ARTICULOS VARIOS EN PUBLICACIONES DIVERSAS
¿SE PUEDE SER FELIZ A PESAR DE TODO?
¿ES CIERTO QUE CADA UNO TIENE LO QUE SE MERECE ?
LA NAVIDAD, EL FIN DE AÑO Y EL GATOPARDISMO
¿ESTAMOS ATADOS A LO QUE SOMOS?
UNA PROPUESTA PARA UN PROYECTO DE LEY
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Habitualmente presumimos que nuestros héroes, nuestros próceres, los grandes filósofos y maestros de la humanidad, fueron adelantados a sus épocas… punteros, visionarios de lo que iba a venir; ahora bien, en este marco… ¿qué pasaría si advirtiéramos que -en realidad- lo que lograron fue torcer el curso de la historia y moldear –cada vez- a un nuevo hombre?
Hay muchos casos en los que -sin duda- los hallazgos, descubrimientos y postulados se hubieran producido de un modo u otro… es indudable que el hombre aprende, de forma tal que la permanente absorción de conocimiento torna casi imperativo que busque explicaciones a la realidad que lo circunda… no obstante: las tentativas de explicación son –contrario a lo que tendemos a creer- infinitas.
No es cierto que la naturaleza responda a una lógica determinada… sino que el hombre está moldeado dentro de una matriz de pensamiento que le impide llevar a su mente las cosas sin una lógica de por medio. Vale decir, la lógica –de Aristóteles a Descartes- ha convertido la ilimitada y mágica mente humana en una mente racional absolutamente clasificadora, discriminadora, dual y encasillada.
No es cierto que existan países, ni fronteras, ni soberanías, ni aún límites naturales más allá del pretexto en virtud del cual unos les cobran impuestos a otros, o los envían a la guerra. Existe un pacto, una convención inicial tácita que responde a la necesidad innata de vivir en sociedad, y que se justifica –luego- bajo el imperio de leyes y de contrato social rousseauniano, cuando solo responde a la imposibilidad evolutiva del hombre de subsistir por sus propios medios en los primeros años de vida. Por ello no existe tampoco “la familia”, más que como un concepto, un recorte ambiguo y caprichoso de vaga pertenencia… ya que la humanidad entera es una sola familia extensa.
No existe un motivo para la vida, por mucho que se busque la razón o el sentido de la existencia, sino que la vida misma es el motivo.
Los científicos actuales acuerdan en que los sentimientos se producen en virtud del procesamiento de estímulos externos e internos efectuados por el sistema límbico (un conjunto específico de células neuronales que incluye amigdala, hipotálamo y otros núcleos)… es más, para ellos el ser humano es la neurofisiología de su cerebro… lo que equivale –traducido en términos sencillos- a que un plomero nos explique que como si no hay canilla, caños y tanque, no hay agua, por lo tanto EL AGUA ES la canilla, el tanque y los caños cuando se unen y se abre el grifo.
Los seres humanos somos una especie bastante adaptativa, y el órgano que –por excelencia- nos facilita esta adaptación, es el cerebro… somos capaces de recorrer un camino individualmente o de valernos del liderazgo de algún otro que nos lo indique, pero también somos –siempre- aptos para advertir las equivocaciones, los cambios de época y de circunstancias, volver sobre nuestros pasos y abrir otra u otras vías hacia nuevos horizontes… somos buscadores de sendas… exploradores dando nuestros primeros pasos. Resulta imperativo para nuestra supervivencia y evolución que comprendamos que ninguna calle es la definitiva, que ningún conocimiento racional es último, sino solo aproximaciones hechas por ensayo y error; que nuestro cerebro nos guiará eficientemente durante un buen trecho de nuestra existencia corpórea, pero no en todos los casos y no para siempre… y que nuestra esencia no necesita adaptarse sino que tomemos contacto con ella.
Solo cuando al fin sepamos que somos agua viva y no un complejo conjunto de tuberías, habremos de ver la realidad sin necesidad de abrir los ojos.
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¿SE PUEDE SER FELIZ A PESAR DE TODO?
Adonde se encuentra el límite entre querer ser feliz y que no nos permitan
serlo?
Si uno tiene la íntima convicción de que quiere ser feliz... quién
puede impedírselo?
Entiendo que solo puede trabar nuestra realización aquella/s persona/s
o aquellas circunstancias a la cual nosotros mismos le/s demos la capacidad
de frustrar nuestro intento de ser felices. Por lo que todo lo externo a nosotros
mismos no tendrá ni más ni menos ingerencia en nuestra vida que
la que nosotros mismos le permitamos tener.
Claro, esto se plantea facil, pero no parece muy facil cuando las circunstancias
externas son:
-Un gobierno que no me cuida como ciudadano.
-Un país que no tiene trabajo para todos.
-Cuando no llego a fin de mes.
-Cuando el municipio donde vivo solo quiere de mi el pago de deudas que él
mismo generó, y que en muchos casos no eran necesarias.
-Cuando la apremiante situación económica y social, tornan las
calles en un campo de batalla, donde uno sale a la mañana y no tiene
la certeza de que volverá a su casa sano y salvo, sin ser víctima
de un tiro de un delincuente drogado o de un policía de "gatillo facil".
-Cuando sabemos que nuestros hijos o nuestros nietos pueden caer en manos -de
un día para el otro- de algún narcotraficante.
-Cuando ni siquiera nuestra casa deja de ser una batalla entre los miembros
de la familia, por razones ideológicas o económicas o lo que sea.
Si, no parece facil.
Sin embargo, ante todo cabe una sola pregunta: PARA QUE ESTAMOS ACA?
Cuál es el motivo por el que nacimos? No vinimos a este mundo para ser
títeres de las circunstancias, ni para ser esclavos de nadie. La mala
sangre que nos hagamos no nos ayuda para nada... entonces, por que no deshacerse
de ella y empezar a buscar lo que realmente necesitamos.
Esto no quiere decir procurarnos lo que queremos a cualquier costo, sino preguntarnos
qué es lo que REALMENTE nos hacefalta para SER FELICES, o QUE NOS IMPIDE
SER FELICES.
Desde ya hay circunstancias que no podremos cambiar, porque no depende de nosotros
su cambio. Pero, entonces: por qué no deshacernos de nuestra necesidad
de que ellas cambien? Eso si depende de nosotros.
Vale decir... NO ENTRAR EN EL "JUEGO", no dejar que el "juego" de la vida nos
lleve de la felicidad a la infelicidad a su antojo... vivamos bien sea cual
sea la mano que nos toque jugar.
Tratemos de ser más sabios. Tratemos de ver más allá de
las cosas... Tratemos de ser felices a pesar de todo.
La sociedad de consumo crea muchas necesidades que son inexistentes.
Si ud. cree que no puede ser feliz sin agua caliente, o sin gas, o sin luz eléctrica
o sin teléfono, o sin televisión... pregúntese si realmente
cree que de estas cosas puede depender su felicidad y lo que ella implica.
Ahora, si cree que si, que sin esas cosas no se puede ser feliz, está
afirmando que EL HOMBRE desde que fue primate, y durante toda su evolución...
solo obtuvo las condiciones para ser feliz a partir de fines del siglo pasado...
tal vez, mediados de este.
Ni aún los reyes de la edad media vivian con el lujo con que hoy vive
la mayor parte de la sociedad mundial... los hospitales públicos -pésimos
por cierto, atestados de personas y con falta de medicamentos y elementos suficientes-
no dejan de tener profesionales que saben hacer algo más que sangrías
y cataplasmas, remedios de no hace tantos siglos atrás. Los jefes del
trabajo pueden tratarnos mal, pueden ser exigentes y hasta malas personas, pero
han perdido la posibilidad de flagelarnos. Lo cierto es que las condiciones
de vida -a pesar de que no lo veamos- han mejorado infinitamente... pero -aún
así- no nos permitimos SER FELICES... y eso es porque no nos damos cuenta
que la felicidad es un acto, una desición interna... que no debe ni puede
depender de nada ni de nadie más.
Cuando se juega a las cartas hay quienes disfrutan jugar y hay quienes quieren
ganar... los primeros se divierten siempre, los segundos hacen depender su estado
de ánimo de que les vaya bien o mal, y eso es poner en manos del azar
nuestra felicidad.
Disfrute de estar vivo más allá de las circunstancias y será
feliz, con una felicidad mucho menos maleable, mucho menos imprevisible y -aunque
no lo crea- mucho más intensa y profunda.
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Es
notable como todo lo humano se desplaza sobre una cuerda de potencialidades
que de menor a mayor escala y viceversa. Es increíble como estamos tan
atados a manejarnos dentro de ciertos andariveles. Tan acostumbrados estamos
que nos pasa la vida por allì una y otra vez y ni siquiera nos damos
cuenta.
Vamos de un extremo al otro, repetimos en el camino siempre los mismos errores,
llevamos a cabo las mismas hazañas, pero nos basta con calificar nuestras
acciones y los hechos de la tierra toda en términos de proezas y bajezas
sin advertir nunca este encierro.
Hay quien dice que la historia de la humanidad es cíclica, pues bien,
este andarivel puede ser circular, si.
Pero a lo que me refiero es a que lo que hace el ser humano en pequeño,
en sì mismo, lo traslada a lo que hace en su familia y lo que hace en
el mundo. Normalmente vemos esto de un nivel de mayor a menor, por ejemplo:
la crisis económica afecta nuestras relaciones familiares o de pareja.
Pocas personas en la historia nos han hecho hacer el esfuerzo de ver el recorrido
contrario, por ejemplo Confucio que dentro de sus máximas propuso: "si
quieres ver el mundo limpio, limpia tu hacienda".
A lo que intento llegar es que TODO se repite, no solo a lo largo del tiempo,
sino de modo actual: trasladamos nuestro mundo chico al mundo grande, y viceversa.
Quién puede dudar que a nivel planetario existe una identificación
primaria de todos los paises del mundo con los Estados Unidos?
Digamos que a nivel psicológico, la función o rol que un objeto
cumple -y no lo que es en realidad- es lo que lo define para el sujeto.
Por un minuto propongo que traslademos esto ùltimo al mundo:
" EEUU ha sido el ejemplo y modelo a seguir para los Estados Nacionales democráticos,
tal cual lo es el padre en la vida familiar.
" Nuestro Estado Nacional es paternalista, vale decir asemeja la función
paterna para sus ciudadanos.
" Ergo, somos nietos de EEUU.
El hombre tiende a desplazar lo conocido hacia lo desconocido, para conocerlo.
Constituimos nuestro saber, no desde la filosofìa sino desde nuestro
saber corriente. La familia primaria se forma por consanguineidad, luego se
unen los afines, se forman clanes, los clanes se unen y forjan pueblos, los
pueblos se unen y forman ciudades, las ciudades se consolidan y forman provincias,
las provincias se conglomeran en Estados Nacinales. No hay creación de
nuevas relaciones, los rasgos son los mismos de los de la familia primaria pero
cuantitativamente más desarrollados.
El ciudadano se queja y patalea contra su Presidente porque él es su
padre... el que le tiene que resolver sus problemas... somos sus hijos menores.
Y, el Estado hace lo mismo con los EEUU... papá, prestame plata que no
llego a fin de mes! No tengo plata para darle de comer a tus nietos!
Ojo, no voy a decir todo esto, solo porque me parece graciosa la analogía.
Digo que esto es así a nivel inconciente... identificamos a quien nos
gobierna con el rol de quien nos gobernó en nuestra infancia: nuestro
padre... y a quien gobierna a nuestro padre lo ponemos en el lugar de nuestro
abuelo... aquel que tiene poder sobre nuestro padre.
En este orden de cosas, podemos entender el por qué de nuestras rabietas,
broncas y odios contra nuestros progenitores estatales... no vemos un igual
en ellos: los ponemos en un lugar de la familia... son parte de nuestra familia
y son injustos y egoístas.
Ahora bien, la identificación hace que querramos imitar a nuestro padre,
queremos ocupar su lugar... pero, qué hace el hombre maduro que descubre
en su padre a una mala persona?
Lo ama, pero sabe que está equivocado: INTENTA CAMBIARLO... y si no cambia:
LO IGNORA Y HACE SU VIDA SIN DEJARSE REGIR POR SUS INDICACIONES.
No digo aquí que el ciudadano deba dejar de cumplir las leyes, sino que
la imposición pasa a ser solo eso... No dejarmos de utilizar el dinero,
pero nos daremos cuenta que el mismo no puede dirigir nuestras vidas, ni nuestra
felicidad, ni el resto de nuestras relaciones familiares.
Dirán, claro! pero cómo voy al cine?, o como me compro ropa?,
o comida...?
Lo cierto es que EL SENTIR QUE DEBEMOS TENER COSAS es parte de la identificación
con ESE PADRE. Señores: NO NECESITAMOS TENER, en cuanto no entendamos
esto NO NOS VAMOS A LIBERAR DEL PADRE... porque esa es su herramienta de control.
Cuando nos dijeron: bajo este techo tenés que cumplir con mis normas...
llegó un momento en el que tomamos la decisión madura de no vivir
bajo ese techo.
Es hora de que el hombre madure y decida ya no vivir bajo el techo dinerario
del padre. Si no hacemos esto, papá nunca entenderá que CRECIMOS
y que ASUMIMOS EL CONTROL DE NUESTRA VIDA, porque no lo habremos hecho.
Superemos la traba, tomemos conciencia que copiamos los valores paternos equivocados,
y que estamos a tiempo de cambiar esto.
Coexistamos con nuestro padre, no pretendamos que cambie porque la única
manera de lograr que cambie será cuando se de cuenta que nos fuimos de
casa porque somos más maduros que él... no estemos enojados con
papá, dejemos la puerta abierta para que él venga a nosotros cuando
comprenda sus errores...y, si no lo hace: QUE MAS DA YA NO DEPENDEMOS DE EL!
Parte de la madurez consiste en ENTENDER que no podemos seguir toda la vida
echándole la culpa a los demás de lo que nos pasa. Barramos nuestra
vereda y poquito a poco veremos un mundo más limpio... llevemos los zapatos
puestos, no pretendamos un mundo alfombrado.
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Es
increíble cómo los argentinos nos hemos acostumbrado a convivir
con el miedo con el correr de los años. Lo que hace algo más de
una década atrás era un suceso extraordinario que ocurriera en
un barrio de clase media, hoy es un triste hecho cotidiano: el robo, la toma
de rehenes, el secuestro, etc.. A quién no le haya pasado nunca, o no
tenga un familiar o amigo al que algo de esto le haya sucedido -definitivamente-
no vive en Buenos Aires.
Lo notable es que uno no hace habitualmente el ejercicio de recordar cómo
era antes… Yo, por ejemplo, me sorprendo recordando mi niñez,
en la que todos los chicos del barrio vivíamos en la calle, jugando,
andando en bicicleta, y yendo de aquí para allá… y ningún
temor -más que fantaseado- había de que algo terrible pudiera
ocurrirnos.
Hoy, viviendo a un par de cuadras de donde pasé toda mi niñez,
ya no veo niños con niños, ya no se escucha el famoso "piedra
libre", ni el grito de "mancha", y donde antes estaban los muritos en que nos
sentábamos a tomar un jugo o un helado, hay ahora frondosas rejas y frentes
inexpugnables.
Poco a poco los niños empezaron a crecer entre cuatro paredes, con un
televisor enfrente, juegos electrónicos, y -por sobre todo- entre adultos.
Y los adultos nos fuimos acostumbrando a vivir entre rejas, ya no se nos ocurre
salir por la noche a mirar el cielo o a ver la puesta del sol; ya es mucho si
saludamos de lejos al vecino y es impensable que pase el umbral de nuestro hogar.
Me pregunto qué habrá sucedido antes, si el feroz aislamiento
o la feroz delincuencia, porque no sería raro que la delincuencia proliferara
a causa de la debilidad de una comunidad, los lazos sociales frágiles
también son un caldo de cultivo para el crecimiento de los hechos delictivos.
Cuando cada quien se preocupa solo por sí mismo y no por su vecino, corre
el riesgo de que su vecino haga lo propio. Una comunidad fuerte esta alerta
y vela por la seguridad y el bienestar de todos sus miembros, y esto no tiene
que ver con la política, ni los municipios, tiene que ver con el don
de gentes, con saberse parte de una sociedad, no solo de un conglomerado.
El mundo nunca fue color de rosa, y probablemente no lo será nunca, pero
tampoco puedo concluir que es razonable encerrarnos para siempre en nuestras
casas so pretexto de seguridad, porque si vamos a hablar claro ninguna puerta
nos protege lo suficiente, ni ningún muro es tan alto, ni ninguna cortina
de metal nos cubre del miedo de estar solos en un mundo que experimentamos y
vivenciamos como tan hostil y amenazante.
Creo que todos deseamos que la Argentina -y el mundo- comience a mejorar, que
comience a haber trabajo para todos, y dejen de matarnos por un par de zapatillas,
pero no veo ninguna posibilidad de que ello ocurra si no se toma conciencia
de lo necesarios que somos todos para que el cambio se produzca.
Los cambios de mentalidad no son fruto de una decisión política
o dirigencial, nadie puede obligarnos a sentir la alegría de nuestro
prójimo como nuestra, ni su tristeza o angustia como propias, eso es
consecuencia de un acto de libre voluntad, sensibilidad y elección de
cada quien.
Quisiera pensar que mis hijos o mis nietos, el día de mañana,
jugarán en la vereda y harán amistad con sus vecinitos como alguna
vez lo hizo su padre o su abuelo. Quisiera pensarlo sin traer dicho pensamiento
aparejado el tener que irme a vivir a algún recóndito paraje del
interior del país.
Por fortuna, tengo la esperanza de no ser el único que alberga bellos
recuerdos de una niñez de barrio y la convicción de que no es
por nostalgia que lo quiero para mi descendencia, sino por la certeza de que
serán felices y sanos si les hacemos posible una vida sin miedo y sin
rejas: SI NOS UNIERAMOS PODRIAMOS CAMBIARLO TODO.
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El
día de hoy solo voy a hacerme preguntas para reflexionar... solo voy
a intentar que pensemos juntos como miembros de una sociedad del siglo XXI,
en medio de una crisis moral, económica, laboral, familiar, social y
política (por nombrar algunas de las crisis por las que transitamos).
No puedo más que preguntarme cuando vamos, no ya a dejarnos de mezquindades,
sino al menos advertir que nos estamos moviendo en el mundo en forma mezquina,
como si no perteneciéramos a él... como si fueramos entes ajenos
que solo están aquí para aprovecharlo y sacarle el mayor “jugo”
posible durante el breve lapso que comprende desde nuestro nacimiento hasta
nuestra muerte.
Es que no podemos advertir que antes hubo otros y después de nosotros
vendrán otros también? Masacramos la naturaleza, cada uno en su
medida y dentro de sus posibilidades, claro. Nos rodeamos de problemas que nos
complican la vida, solo para proyectar que en muchos años no nos tendremos
que preocupar... como si fuera necesario complicarse hoy para estar tranquilos
mañana... LA VIDA NO REQUIERE ESTO DE NOSOTROS...
Le complicamos la vida a los demás, incluso de los que decimos querer;
limitamos sus aspiraciones, cortamos sus vocaciones y –a veces- su pelo,
les indicamos lo que tienen que hacer o no hacer... tal vez más porque
lo mismo nos hicieron a nosotros que por convicción de que ello esté
bien o sea realmente bueno.
Vivimos en un estado de estupidez y sometimiento tal, que para poder ponernos
a un ministro de economía que no queríamos, nos tienen que “vender”
a uno que juega el juego del policía bueno y el policía malo...Parece
que fueramos presa de algún Maquiavello de pacotilla del siglo XXI...
Cuando van a tratarnos nuestros representantes con el respeto y la jerarquía
que nos corresponde a los ciudadanos?
No hace falta más que mirar las sesiones del Congreso Nacional -que para
nuestro horror ahora transmiten en directo- para darse cuenta de las desdichas
que le esperan a un pueblo que es regido por personas que ni siquiera se escuchan
con atención... y eso si puede utilizarse el término “escuchan”,
ya que mientras uno discurre, los demás hablan entre ellos, o por celular,
o con algún mozo, o fuman y miran el techo, o salen del recinto... eso
cuando no cierran las puertas para ir a ver algún partido del mundial
de futbol... y cuando alguna discusión más acalorada acontece,
se deja entrever no el interés de la gente sino el de lucirse retóricamente
o demagógicamente, sin aportar nada útil: ESTOS DEFINEN EL DESTINO
DE NUESTRO PAIS?
Se dice que tal a cual fondo social fue tomado, robado o vaciado, con suerte
algún perejil va preso, pero: ALGUIEN SE ENCARGA DE TRAER DE VUELTA EL
DINERO AL PATRIMONIO ESTATAL?
Se crean nuevos impuestos, pero SE LE RECAUDA A LOS RICOS EN LA MISMA MEDIDA
QUE A LOS POBRES o se crean exenciones para ellos o se les hace una ley con
“trampitas” que solo los poderosos van a poder utilizar?
Más de lo mismo... y nosotros no somos responsables de nada? La autodeterminación
implica que uno debe sentarse a reflexionar sobre las cosas y somos un conjunto
de ciudadanos que ni siquiera comprende que significa serlo... ni que derechos
le asisten como tal.
Querido lector, piense esto: UD. NACIO LIBRE, UD. TIENE DERECHO A LA VIDA, A
LA LIBERTAD, Y A VIVIR ESA VIDA Y LIBERTAD DIGNAMENTE. Ser digno no significa
tener poder o dinero, significa tener respeto por uno mismo, eso nos lo debemos
dar nosotros mismos primero si queremos que nos lo profesen otras personas.
Si ud. se respeta a si mismo, respetará la libertad y la vida de los
otros en idéntica medida. La sociedad que queremos tener debe fundarse
en esto. Las normas legales, las conductas impuestas desde afuera son -y deben
ser- fruto y condensación de las autoimpuestas por el conjunto social,
si no es así no tienen asidero. La designación de representantes
que las plasmen en leyes, reglamentos, decretos y ordenanzas, son solo por imposibilidad
fáctica de convenir entre todos cómo queremos vivir: y NO COMO
NOS IMPONE VIVIR LA DEUDA EXTERNA O INTERNA... el pueblo soberano es el pueblo
dueño de su destino, el otro –el que vivimos hoy- es solo una marioneta
de tres o cuatro “pitufos” con una batuta.
Si la conciencia social no cambia de modo abrupto, asistiremos al fin de un
país cuando solo queden en él algunos políticos y algunos
ancianos por morir, y desde el extranjero nos miren nuestros hijos y nietos
que se fueron por no soportar esta lenta agonía.
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¿ES CIERTO QUE CADA UNO TIENE LO QUE SE MERECE ?
Parte de lo que se endilga como algo insoportable de los que profesamos la abogacía es el hecho de ser “contreras”. En las mesas de café, con amigos de toda la vida, en nuestras casas con nuestras esposas, siempre es un probl-ema esto de poder ver las cosas desde distintos puntos de vista... esta cualidad solo es valorada cuando alguien concurre a nuestra consulta, porque allí es útil nuestro entrenamiento en este sentido.
Así, llama hoy a mi análisis el determinar si es correcta la popularizada frase “cada uno tiene lo que se merece” que no es otra cosa que la versión individualista de aquella otra “los pueblos tienen los gobiernos que se merecen”. Vinculado a esto podemos encontrar la noción misma de justicia que es “dar a cada uno lo que le corresponde... lo que merece”.
Es acaso cierto? Es realmente así? Tiene cada uno lo que se merece?
La pregunta parece simple. La respuesta es -sin embargo- compleja. Se utiliza el término MERECER como si algo externo fuera o no consecuencia normal y predecible de sus acciones y entonces se dice: “ahí tiene su merecido” o “no lo merecía” , respectivamente.
Pero se puede cotejar de modo más objetivo si algo es por si mismo merecido o inmerecido? Vale decir, todo el tiempo nos pasan cosas -externas a nosotros- algunas con nuestra convicción de que son ajustadas a nuestros deseos y acciones, otras simplemente no... sentimos que nos pasó “algo” INJUSTO... INMERECIDO. Aunque vale la pena recalcar que injusto e inmerecido no son sinónimos, sino que bien puede suceder algo inmerecido que sea ajustado a nuestro deseo... algo para lo cual no pusimos en marcha la maquinaria de la acción nos favorece inesperadamente.
En cambio, cuando nos pasa algo injusto que evaluamos como contrario a nuestros deseos y acciones, es común que lo sentenciemos de inmerecido. Así las cosas: podemos decir que tenemos lo que nos merecemos?
Creo que hasta aquí la respuesta es NO, porque el que nació rico no hizo nada para merecerlo, y el que nació pobre sufre su inmerecida pobreza... el que estudió a conciencia una materia y lo bocharon porque el profesor amaneció con el pié izquierdo sufre algo inmerecido, el que solo gastó un peso en un billete de lotería y ganó lo que otro no ganó en una vida de trabajo arduo... etc etc. etc.... si, la respuesta parece ser NO... verdad?
Creo, sin embargo, que debemos ahondar más aun para determinarlo. El merecimiento es una sensación más que un juicio acabado. SENTIMOS que hicimos lo suficiente para obtener algo que no obtuvimos y SENTIMOS que es inmerecido no tenerlo. No es un acto racional completo, es más bien un sentimiento con apariencia de razonamiento, pero irracional...
Tratamos de cuantificar y cualificar nuestras acciones y de matematizar los resultados –en base a proyecciones-, pero las cosas no son así... la vida parece no encajar en ninguna ecuación matemática... los resultados no siempre son los previstos. Esto pasa porque la acción humana nunca es acabada, siempre hay –en la vida de relación- dependencia de la co-acción de otros. Entre una acción de uno y la obtención del resultado social o personal (como individuo social), hay miles de acciones de otros, lo cual hace que podamos también suponer que nunca somos enteramente merecedores de nada.
Así de relativo pasa a ser el merecimiento si lo vemos desde la óptica de las relaciones humanas interpersonales.
Finalmente, y para concluir el análisis, debería evaluar la poderosa influencia psicológica que tiene el sentirnos merecedores o no merecedores de lo que nos pasa. Lo primero crea o tiende a crear sentimientos de excitación, omnipotencia, auto confirmación, confianza en uno mismo, realización, en definitiva SEGURIDAD EXCESIVA... o sea, lo que matematicé dió el resultado esperado... lo que consideré adecuado hacer para obtener otro “algo” deseado, fue lo justo y necesario para que ese último “algo” se materializara.
Lo segundo (el resultado inmerecido) nos apena, nos inquieta, acrecienta nuestros complejos de inferioridad, nos baja la autoestima, nos apoca, nos frustra porque sentimos que no sabemos guiar nuestro destino... consecuencias propias de quien no se siente dueño de lo que le pasa.
Normalmente estos efectos se van equilibrando de modo que con “una de cal y otra de arena”, podemos vivir sin mayores dificultades.
No pasa lo mismo cuando se suceden varias cosas que sentimos inmerecidas con cierta regularidad así, si son cosas buenas sobredimensionaremos la efectividad de nuestras escasas acciones, y si son malas echaremos por tierra miles de nuestras más legítimas acciones tendientes a un resultado favorable a nuestros anhelos.
Con todo, subsiste en mi la idea de que cada uno tiene lo que se merece... pero: POR QUE? si es lógica y explícita la idea de que esto no es así?
En un nivel más profundo de nosotros mismos, más allá de lo que se puede ver con los ojos o juzgar acerca de la vida de los demás, uno SOLO goza lo que siente merecido... Respecto de lo que NO nos sentimos merecedores, aunque sea bueno, NO podemos gozarlo porque nos sentimos culpables, no es pleno su disfrute. Uno autoboicotea el disfrute de lo bueno e inmerecido que le pasa. Esto es estrictamente psicológico.
“Te amo desde la profundidad de mi alma” ... pero si siento que no te merezco: esta relación se frustra... hay mucho que hurgar para saber si en el fondo nos merecemos el uno al otro. Definitivamente, si queda subyacente la idea del NO MERECER al otro, la pareja no prosperará.
También puede adjudicarse el merecimiento a acciones que no tienen relación con él, son justificaciones que nos ponemos para sentir esa sensación de merecimiento: ME GANE LA LOTERÍA... me lo tenía merecido por lo mucho que trabajé en la vida, o porque hace poco murió mi gato... Si sentimos merecimiento, la cosa funcionará para nosotros suficientemente. Si siendo francos con nosotros mismos vivimos las cosas como merecidas, aunque no lo sean para los que nos circundan, podremos disfrutarlas y viceversa.
El que nació rico puede ser visto como alguien que goza algo inmerecido, el problema es que solo para el que juzga eso así ese dinero significaría goce, para el que nació bajo esas circunstancias –en cambio- el dinero es un hecho que está ahí... tiene otros problemas y otros goces.
Seguramente el rico ve al pobre como alguien que tuvo el inmerecido privilegio de no sufrir las desgracias propias de tener dinero.
Como es interna la sensación de merecimiento, NADIE PUEDE ESCAPARSE DE SI MISMO... si uno no se permite algo, nadie podrá lograr en uno lo contrario.
Tal vez la conclusión de lo expuesto deba ser que hay dos lecturas del merecer:
La externa, en la cual hay o puede haber dicotomías entre lo que entendemos que nos pasa algo o le pasa algo a un tercero que puede ser visto como merecido o inmerecido, sin respuestas univocas.
La interna, a la cual no podemos escapar, y cuya respuesta es univoca O SENTIMOS LAS COSAS COMO MERECIDAS O NOS CONSIDERAMOS INMERECEDORES (no sirven, ni influyen las opiniones de terceros, somos nosotros con nosotros mismos).
Tal vez la posición más inteligente después de este suscinto análisis sea que NOS CONVIENE entregarnos a la vida sin resistencias, dejando de lado estas sensaciones ficticias, no apegarnos a la idea de merecer o no... no aferrarnos a sus consecuencias tampoco: DISFRUTAR LO QUE SE TIENE, NO DESEAR LO QUE NO SE POSEE (o -al menos- que esto ultimo no sea impedimento para lo primero).
-VOLVER AL LISTADO DE ARTÍCULOS-
Dormir lo necesario.Trabajar sin pensar en la ganancia.No negarle una sonrisa ni aún a quien es agresivo con nosotros.Darle una mano a quien lo necesita.Aprender algo todos los días.Transmitir buenamente lo que sabemos.Reirnos de nosotros mismos.No dejarnos engañar por la formalidad, las tradiciones, los rituales, las solemnidades y burocracias, no permitir que nos agobien ni capturen.Irnos cuando los demás vienen llegando.Matar las fiestas antes de que se mueran.Celebrar la vida a cada instante.Respetar la vida en todas sus formas y amar al planeta que es nuestra casa.Dejar que nuestra intuición guie nuestros pasos tanto como nuestra razón.Saber escuchar cada vez más a la intuición para diferenciarla de nuestros deseos.Que las circunstancias felices no nos hagan más felices, y las circunstancias penosas no nos resten felicidad.Decidir ser felices y serlo.Pensar siempre como hacer de este mundo un lugar mejor.No hacer nada que uno condene, aunque las personas o la ley lo incentiven.Hacer aquello que íntimamente sintamos que debemos hacer sin importar quien o que se nos oponga.Prever y aceptar las consecuencias de nuestros actos.Conocer nuestras virtudes y ser concientes de nuestras falencias, nuestros lados claros y nuestras oscuridades.Observarnos sin juicio, para aprender a ver a los demás sin juicio.No sobrealimentarnos, hay energía que no viene de los alimentos.Si sentís amargura, si estás cansado de luchar con molinos de viento, si estás harto de vivir lo que te toca, AMA. Amate más a vos mismo, más a los y lo que te rodea.Estregate a la existencia! Reconocé las limitaciones de la carne y los huesos, date cuenta que vos te movés en ese vehículo, y que los demás también lo hacen.No te vayas a dormir intranquilo.Solucioná los errores cometidos y aprendé a convivir con los que no tienen solución.Cada tanto quedate despierto hasta el amanecer. Cada tanto madrugá. Esto ayuda a cambiar ritmos, y recordar –si estaba olvidado- lo diferente que puede ser la visión de la vida para otras personas.Si podés, cada tanto, hacé un viaje; Cada tanto cambiá tus costumbres alimenticias y de ejercitación; CADA TANTO DESHACETE Y RECREATE. Disfrutá de la rutina, pero que no te atrape.Esforcémonos en hacer el bien sin mirar a quién, y valoraremos doblemente el bien que recibamos de los demás.
-VOLVER AL LISTADO DE ARTÍCULOS-
Fundamentalmente desde la obra de Freud, -y de allí en adelante- lingüistas, psicólogos, psicoanalistas y sociólogos –entre otros- se han cuestionado en forma masiva la cuestión del lenguaje como EL GRAN PROBLEMA del hombre.
Por qué? Porque nos encontramos -según ellos- irremediablemente atados a significar la realidad y -en el trámite que hacemos esto- la perdemos para siempre. Dicho en palabras un poco más sencillas: cuando miramos el cielo, se nos representa la palabra “cielo”, y dejamos de experimentar la realidad ùnica, maravillosa, presente e inmediata que está ante nuestros sentidos, para caer en una representación mental del concepto universal de “cielo”.
Quien ha leido “Funes el memorioso” de J.L.Borges, que narra la historia de un hombre que luego de un accidente había adquirido la capacidad de no olvidar ni una minúscula partícula de tiempo, tal vez reparó en su insólito desconcierto al ver que los hombres llamaban por igual al “perro” de las 11:00 hs que al de las 11:01 hs. 11:02 hs., etc; claro que era el mismo animal, pero él podía reconocer millones de diferencias.
Dicho de otro modo, el leguaje –medio humano por excelencia- nos hace sociables. El lenguaje crea la posibilidad de cultura. El lenguaje nos permite comunicarnos. Pero con todo, el lenguaje nos lleva a perder lo real en pos de lo simbólico.
Las palabras están relacionadas con los objetos, pero no de modo univoco, no están soldadas a ellos, sino que solo se posan allí. Las palabras tienen una unión sólida solamente entre sí. Una palabra refiere a otra. Lo que uno dice está más relacionado con lo que uno deja de decir que con lo que piensa que está diciendo. Decir “alto” puede ser decir que alguien se detenga, que algo o alguien “no es bajo”, o “que es más alto que...”, pero en la realidad nada es “alto”. “Alto” es solo una referencia significante, no tiene un significado fijo en lo real. En la naturaleza no hay altos ni bajos, hay –tan solo- realidad, lo que es. Cuando vemos en una biblioteca el tomo uno de un libro, un espacio y el tomo tres, decimos que falta algo, sin embargo, en LA REALIDAD nada falta, solo en nuestra imaginación hay un tomo dos.
Nosotros perdimos la naturaleza al ser atravesados por el lenguaje, y con él dejamos de experimentar el “afuera” para tener “adentro” una representación –muy burda- del “afuera”.
Si nos escapamos de Freud, podremos hallar la misma conclusión en filósofos y místicos de todos los tiempos y religiones. Ellos han podido trascender la barrera del lenguaje, ellos han tenido la experiencia de lo real, y se han encontrado luego con el infortunado descubrimiento de que su vivencia resultaba intransmisible. ¿Cómo contar algo por fuera del lenguaje? He allí el uso de la poesía –y el arte en general- y la metáfora utilizada como un metalenguaje... formas de expresar un atisbo de lo real... un rodeo del objeto incognocible, para que “quien pueda oir que oiga”, sin quedarse en las palabras.
Conocemos por medio de una inclusión del objeto en nuestros esquemas de pensamiento. Matamos al objeto en el mismo instante en que lo vemos, lo catalogamos, clasificamos y definimos. Y, este “objeto” es todo aquello que vemos, sentimos, oimos y percibimos.
El pensamiento –organizado en palabras- se convierte en nuestro ser conciente. Tendemos a explicar y explicarnos todo, en la fantasía fantasmática de que todo: dentro, fuera, arriba y abajo nuestro tiene un por qué y un para qué. Perdemos contacto –incluso- con nuestra esencia; escindiéndonos, recortándonos a nosotros mismos; catalogándonos, clasificándonos, explicándonos. Debemos dar cuenta de por qué somos lo que somos, hacemos lo que hacemos, etc, cuando nos resistimos a aceptar algo de esto –y siempre lo hacemos-, aparece la represión: ha nacido el inconciente! Como una especie de sistema de defensa contra el trauma, contra aquello que no queremos ver, lo que no podemos aceptar: QUE NO SOMOS “ESO” QUE EN PALABRAS CREEMOS SER.
El ser humano es maravilloso, una criatura signada por la gracia de la comprensión, la razón, pero junto con ella ha perdido el camino a la felicidad. Se perdió en mares de significaciones, se perdió en conceptos, definiciones y artilugios, simbolizó esta pérdida como algo que le falta a la realidad, y esta imaginaria falta es causante de su angustia: el hombre se perdió a sí mismo.
Vea hacia el cielo, y no lo compare con otros cielos, no piense que mira “el cielo”, no repare en que es así o asá, no lo juzgue, no procese lo que está haciendo, ni que es “su ojo” quién le permite apreciarlo. Sienta el cielo con la piel, respire el cielo, use todos sus sentidos... experimente “ese cielo”. Tal vez no le sea tan fácil al principio, como puede creer ahora, pero puede ser que un día de estos advierta –de repente- que el cielo de las 11:00 hs, no es el de las 11:01 hs, y se dará cuenta -aunque no con la razón-, que siempre llamó “cielo” a algo que no existía más que en su imaginación, perdido enjambre de significantes. Y puede ser que un día –con la suficiente práctica- llegue experimentarse a sí mismo y experimentar a los demás, y a todo, de esa misma manera.
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Como dice Sábato, comenzamos con un gruñido omnisignificante, y enriquecemos nuestro lenguaje crecientemente durante gran parte de nuestra vida para –finalmente- desear volver al gruñido originario...
Hubo un momento en la historia de todos los hombres y mujeres que pueblan la tierra en el que nuestra existencia dependió de otros, en el que sin ese sostén hubiéramos irremediablemente muerto de sed, de hambre, de frío; un momento en el cual no sabíamos dónde terminábamos nosotros y dónde comenzaba nuestra madre y nuestro entorno...
Todos fuimos alzados por gigantes, todos fuimos llevados de aquí para allá en contra de nuestros deseos, todos vivimos la experiencia de tener hambre y que nos dieran líquido, y lo contrario, y mucho más; todos pasamos por la sensación de perder fluidez y materia corporal sin tener la menor idea de lo que ocurría, ni por qué.
Estamos unidos en el desconcierto inicial... ricos, pobres, inteligentes y tontos, soberbios y humildes, a todos nos pasó... Somos resultado de miles de años de evolución y poseemos genes que rebelan nuestra prehistoria; están en nosotros nuestros antepasados, y no tan olvidados como podemos creer. Nos obnubila la conciencia una situación de riesgo porque se activan centros cerebrales que obedecen a respuestas de huída-lucha (más veloces y seguros que la evaluación y toma de decisión conciente), por la misma cuestión nos sudan las palmas de las manos, se acelera el ritmo cardíaco y la respiración, o nos quedamos paralizados... son respuestas filogenéticas, no aprendidas sino heredadas y habitantes en cada célula de nuestro cuerpo. El cavernícola habita en nosotros! El prepara nuestro cuerpo para salir corriendo o para pelear.
Estas respuestas son programas que tardan muchas generaciones en "prender" y –por lo mismo– mucho en desprenderse, provocando desajustes tales como acelerarnos la respiración al rendir un examen o quedarnos paralizados ante un auditorio... vale decir: al representarnos simbólicamente un peligro se accionan automáticamente mecanismos diseñados para la supervivencia, y aunque –actualmente- muchos de esos riesgos son sociales y no físicos, nuestra respuesta es la misma que si estuviéramos frente a un león o si nos amenazaran con golpearnos con un garrote.
Cuando hablamos en números anteriores de desprogramarnos tenemos que tener en cuenta no sólo los aspectos culturales "aprendidos", sino también nuestra programación celular, mucho más profunda, mucho más velada, también debemos reexperimentar nuestro desconcierto inicial, nuestra fragilidad enorme y nuestras –más enormes aún– facultades de aprendizaje y supervivencia... desprogramarnos no es renegar de lo que viene con uno y de lo adquirido, sino volver a un estado capaz de seguir aprendiendo ya desde la conciencia de que no somos lo aprendido ni lo enseñado.
El espíritu humano es capaz de trascender con mucho tanto aquello que trae, como aquello que aprende a lo largo de su vida, siempre que no caiga en la “tentación” de identificarse con eso. El mismo lenguaje nos tiende una trampa cuando alguien que ejerce el derecho debe decir de sí: "yo soy abogado", o cuando alguien que ejerce como docente dice: "yo soy profesor"... etc., etc. Al convertirse la palabra SER en un verbo de vulgar aplicación confundimos fácilmente lo que hacemos con lo que somos… debemos ser algo… perdemos –sin advertirlo- el simplemente ser… el “yo soy el que soy” de Cristo. Resulta –entonces- muy difícil no identificarse con aquello que verbalmente se nos designa ser, porque el verbo vulgar nos afirma del sujeto lo que significa el atributo.
Todas nuestras estructuras y esquemas mentales tambalean cuando dudamos acerca de quiénes somos. Nos inclinamos naturalmente –considerando la cultura como inseparable del hombre– a tener "algo" de lo cual asirnos; ser "algo" no solo a los ojos de los demás sino a los propios; al menos tener un nombre propio o un apellido que nos ubique con alguna pertenencia en la “familia humana”.
Estas profundidades y muchas más, reviste el hecho de desprogramarnos. Comprender todo lo que no somos, vivenciar sin nominar, sin clasificar, sin estructurar y ordenar... poder experimentar sin sujeto que experimente; pero aún así estando ahí, sin estar... ser sin ser "algo".
Trascender la materia implica trascender su físico, su lenguaje, su cultura, su programa, su yo... y volver a habitar todos estos "espacios" desde otro lugar. Vivir con plenitud la experiencia de ser seres humanos desde el conocimiento no intelectual de nuestra divinidad.
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LA NAVIDAD, EL FIN DE AÑO Y EL GATOPARDISMO
El año nuevo nos invita –en nuestra cultura- a comenzar de nuevo, otro ciclo, otra oportunidad para renovar “lo bueno” y cambiar aquellos aspectos de nuestra vida que nos parecen no tan buenos o malos. En el mundo occidental el fin de un año se considera un período propicio para el análisis, para efectuar el balance de lo que pasó y nos pasó y proyectar el siguiente.
Somos una cultura muy peculiar. Vivimos una vida bastante vacía, bastante mediocre, bastante aislada a pesar de estar rodeados de todo tipo de información y personas… nos cortamos solos, somos camalotes boyando de aquí para allá, sin timón, ni guía, somos poco solidarios, poco comunitarios; solo nos importa el bien común cuando éste es idéntico a “nuestro bien”… pero –aún así- no toleramos, no queremos estar solos, no aceptamos el hecho de que estamos solos, no podemos soportarnos a nosotros mismos ni cinco minutos.
Así es cómo bajo el clima de las festividades se encuentra la familia extensa en reuniones en las que más o menos solapadas se tejen las mismas broncas, los mismos reproches, los mismos silencios y desplantes; año tras año, vez tras vez… todo cambia para que nada cambie.
Subyace en todos el deseo de que algo pase en año nuevo, que no sea un día más… queremos en lo profundo de nuestro corazón que lo que venga sea NUEVO… no obstante, lo que viene suelen ser borracheras, discusiones, o –simplemente- más de lo mismo… porque lo que debía cambiar: NUESTRA VIDA, es la misma al día siguiente, anunciándonos que seguirá así por lo menos hasta que dentro de 364 días renovemos la esperanza.
Quién sino nosotros podrá cambiar nuestra vida? Por qué esperamos que un hecho externo haga por nosotros lo que nosotros no nos hacemos cargo de hacer? Por ignorancia respecto de nuestras potencialidades y por miedo al cambio. Somos tan poco autoreflexivos que no sabemos ni donde estamos parados, ni qué queremos, ni qué podemos hacer; y cuando un atisbo de esto se nos presenta, no nos animamos a reconocérnoslo y a llevarlo a cabo por el temor que nos genera lo desconocido, las consecuencias…
Somos miles de millones de personas inmersas a tal punto en el juego de sobrevivir que nos olvidamos de vivir… nos restamos permanentemente salud, calidad y años de vida, en pos de no cambiar lo que quisiéramos cambiar, y nos esperanzamos –así- en que cambie solo porque cambiamos un calendario por otro.
Nosotros somos los que le damos sentido al calendario, nosotros somos los que somos capaces de mejorar nuestra vida y la de los demás. El silencio forzado es tan negativo como el alcohol, las broncas guardadas tan malas como el insulto hiriente, ninguna de estas cosas es necesaria… Ud. es mucho más que un hijo, un padre, una abuela, es mucho más que un profesional, un empleado o un desocupado: Tiene el privilegio de estar vivo y tiene una historia, sí, pero tiene algo mucho más valioso: un presente.
Si no reconoce tener estas cualidades extraordinarias que le habitan (estar vivo aquí y ahora), el primer cambio que debe hacer está en Ud. intente concienciar lo que ya sabe. Sus potencialidades están intactas porque son infinitas desde siempre. Los límites de su geografía de vida los permite o elige cada uno; si no advierte esto: analícelo y verá.
El cosmos es tan perfecto que nos proporcionó una vida que dura el tiempo exacto que lleva el aprender a vivirla… siempre que uno aprende las respuestas, la vida –como dice el dicho- nos cambia todas las preguntas.
No podemos dejar de aprender, por eso es importante ser concientes desde nosotros y hacia los otros. Disfrutar lo que la vida nos regaló y compartirlo con los demás. Amarnos los unos a los otros, no es más que la mejor manera de amarnos a nosotros mismos.
Lo que convenga cambiar en el afuera se puede cambiar, pero sepa que no es más que anecdótico la mayoría de las veces. El verdadero cambio está en uno, en aprender a conocerse, y así conocer más el mundo que nos rodea.
El aprender a vivir sabiéndonos desde el vamos, condenados al éxito; sabiendo que reunimos en nosotros toda la potencialidad de ser felices aquí y ahora, más allá de todas las circunstancias particulares que nos toquen.
Ahora, el año nuevo ya pasó, pretende volver a esperar trescientos sesenta y tantos días?
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Tal vez vivamos en una época en la que el egocéntrismo, la individualidad y egolatría sean tales como nunca antes las ha habido en la historia de la humanidad. En el pasado, un emperador, un tirano, un rey, podían “darse el lujo” de hacer cumplir sus todos designios sintiéndose el centro de la creación, porque habían sido criados en medio de un mundo oscurantista, que les vedaba cualquier idea en contrario. Les hacían creer y ellos -en su ignorancia- creían que eran embajadores, representantes o encarnaciones de los dioses, tenían la firme convicción de que su voluntad era divina.
Fuera de toda duda, nunca fue tan popular esta creencia de deidad, ahora todos parecemos vernos así. Nos manejamos como si fuéramos “la gran cosa”. Cómo vamos a encontrar a alguien dispuesto a dar su vida por los demás, si estamos en un medio en el cual todos nos suponemos LO MAS IMPORTANTE. Confundimos la esencia con la conciencia, la libertad con el dominio del deseo. Suponemos que lo que está bien para nuestra conciencia es el bien, y que eso nos da derecho a imponerlo. Suponemos que ser libres es hacer lo que deseamos y no lo que debemos.
Es difícil hallar personas que se vean a sí mismas en correcta relación con el cosmos. Desarrollamos una cultura que no mira lo suficiente al cielo… si observáramos cada día las estrellas y nos representáramos más seguido el increíble tamaño del universo en el que estamos inmersos, podríamos llegar a comprender lo minúsculos, lo débiles, lo insignificantemente pequeños que somos… tal vez por eso no nos hacemos costumbre de ello.
Una bacteria, un microbio, nosotros mismos, la tierra toda, no abarca en el universo siquiera el equivalente a un grano de arena en el desierto del Sahara. Sería –pienso- trascendente plantearnos de donde nos sale tanta soberbia, qué o quienes creemos ser en el curso de las cosas, porque -caso contrario- podríamos llegar a extinguirnos como especie, sin siquiera haber sabido qué objeto teníamos.
Cierto es que tenemos raciocinio, no obstante parece ser –en este marco- una cualidad bastante sobrevalorada. Razonar, poder elaborar conceptos lógico-matemáticos no nos hace tener una existencia más plena de por sí que la de un perro o una planta. Razonar nos lleva –por el contrario- a cometer varios errores invalidantes: nos creemos separados del resto de la creación, de la naturaleza; por lo cual nos consideramos con derecho a interferir con ella como conquistadores, en lugar de cómo exploradores, facilitadores y colaboradores.
Somos una especie autodestructiva como no hay otra, hemos creado misiles capaces de aniquilar varias veces a la población mundial y sacar a la tierra de su eje. Invertimos miles de millones de dólares en mandar un robot a Marte, mientras permitimos que miles de niños mueran de hambre, o por enfermedades controlables, o que la gente se mate por defender límites geográficos imaginarios, talamos miles de hectáreas de selva a diario que no son otra cosa que el pulmón con el cual respiramos todos, contaminamos permanentemente las reservas de agua potable de aquí a poco más escasas y necesarias que el petroleo, combinamos genes en busca de un superhombre eliminando toda suerte de anomalías que pudieran surgir en el proceso a las que privamos “limpiamente” de la vida, creamos virus, bacterias y todo tipo de armas químicas y biológicas que ponen en peligro la existencia de toda la vida del planeta, etc etc.
Creemos en el CONTROL, queremos controlarnos unos a otros, pero estamos completamente fuera de control como especie.
Hemos llegado a un momento en la evolución humana, en el cual poco interesa si el demonio era un ser real o mitológico, porque parece ganarnos la partida no a pesar, sino gracias a nosotros mismos.
El hombre es un animal hermoso, extraordinario en acto y en potencia-, sus posibilidades aún parecen no encontrar límites, se ha propuesto expandirse en la tierra y no ha dejado sitio inexplorado, se ha propuesto la luna y ha llegado a ella, ha superado exitoso toda suerte de amenazas a su supervivencia; solo le hace falta comenzar a experimentar la vida, volver a ser un ser vivo en medio de un cosmos tan vivo como él. Estamos rodeados de vida, hay vida por doquier, tan solo estamos desconectados de ella.
No permitamos que el raciocinio nos aisle en sus abstracciones, dejemos de competir y matarnos por dos migas de pan del piso, cuando todo un banquete nos aguarda sobre la mesa.
Solo me permito proponer al lector que se descalce, que pise tierra y vea al cielo, a poco que lo haga: su vida comenzará a cambiar, a todos nos hermana la vida.
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¿ESTAMOS ATADOS A LO QUE SOMOS?
La pregunta del título nos enfrenta irremediablemente con otra cuestión: ¿Somos quienes creemos ser?
Hemos nacido, nos hemos criado dentro del seno de una familia, hemos asistido a clases desde preescolar hasta –posiblemente- alcanzar una graduación terciaria o universitaria, o bien proseguimos las actividades comerciales de nuestros progenitores, o emprendimos empresas propias o ajenas… hemos sido niños buenos que van a misa o hemos optado por dejar de ir porque sencillamente cesó la imposición educativa de hacerlo, o porque más de una década de convivir diariamente con sotanas nos bastó para dar por concluida la sagrada obligación dominical por el resto de nuestra vida, pero tal -vez junto con tanto conocimiento, conceptos y programaciones-, se nos pasó por alto formularnos la pregunta más importante que un ser humano se puede hacer a sí mismo: ¿quién soy?
Esta no es una posibilidad, no es una eventualidad que se nos presentará o no conforme nos acaezca un hecho vital traumático o lamentable, este es el único cuestionamiento que da sentido a la existencia, esta es LA PREGUNTA, y tenemos una vida para encontrarle una respuesta. Caso contrario solo nos pasarán los años hasta que un día dejen simplemente de pasar, y no habremos experimentado –o al menos vislumbrado-la plenitud.
El gran problema es que como buenos holgazanes que somos, solemos suponer que una o más “tentativas de respuesta” constituyen una verdadera respuesta, y que estas son –entonces- suficientes para aplacar el grito desesperado de nuestro ser que continúa insistiéndonos cada mañana y cada noche, cada vez que nos paramos ante un espejo o que algo o alguien nos hace recordar la finitud de la vida corporea…
Es en cada situación en la cual nos sentimos fracasados, en cada momento existencial en el cual experimentamos el hastío, el cansancio o el aburrimiento extremos de la rutina, cuando se nos presenta la duda lógica del porqué o para qué de todo esto. Ensayamos pues que por nuestros hijos, por nuestras parejas, por nuestros padres o familia, por un mejor pasar, por el poder, por el dinero mismo… e intentamos una vez más autoconvencernos de que “algo” fuera de nosotros mismos tiene entidad suficiente para otorgar sentido a nuestro ser existencial.
Los humanos significamos todo lo que ocurre, todo lo que nos pasa, lo clasificamos, lo nominamos, necesitamos hacerlo precisamente porque -sin este mecanismo- las cosas estarían fuera de nuestro alcance, cometiendo el delincuencial acto de ser sin nosotros. Que algo externo a nosotros nos signifique, nos de la razón de ser o nos otorgue sentido de la vida, no es otra cosa que reconocer que previamente nosotros dominamos a ese algo a través de integrarlo a nuestro sistema de etiquetamiento.
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La risa fue durante -buena cantidad de tiempo- relacionada con la estupidez, la idiotez y la locura; de hecho, a tal punto fue mal vista que el evitarla resultó la causa criminal en el argumento de la célebre novela de Humberto Eco, “El nombre de la rosa”.
Sin embargo, ¿no es acaso la risa, la exteriorización más auténtica, más genuina, del sentido del humor?, y ¿no es el sentido del humor aquello que hace que podamos aceptar, sobrellevar y relativizar –aún- los sucesos más terribles?
Es cierto que cuando uno escucha algunos tipos de carcajada advierte casi al unísono el grado de histeria que detenta el portador, o la ansiedad e incluso temor que le subyace; pero ello no puede ser óbice para desconocer el carácter evidentemente salutógeno de una descontracturante chanza, de una buena broma o de un chiste bien contado.
Infinidad de artículos fueron escritos desde la década del ’90, en relación a los programas televisivos de cámaras ocultas y malas pasadas, abordando la interrogante: “¿De qué nos reímos los argentinos?”, de modo que no vamos a introducirnos en ese análisis por considerarlo suficientemente desarrollado. Ello, sin dejar pasar –de todas formas- la oportunidad de observar que si bien en la vida diaria no parece haber modificaciones al respecto, el sentido del humor general ha ido cambiando de modo mayúsculo a lo largo de los años. Las personas parecen haber ido perdiendo cierta ingenuidad que las hacía explotar de alegría ante un cuento de Landriscina, o reírse con un Minguito Tinguitela, personajes que ahora parecen tan inocentes, como insípidos al humor popular.
Entonces pues, resultaría interesante aprovechar este encuentro para centrarnos en el análisis de los resortes que toca un chiste en nosotros, para averiguar por qué es que él puede resultarnos saludable.
Una primera aproximación que viene a mi mente es que el relato de un chiste nos cuenta una historia, respecto de la cual (en base a nuestra forma común de vida, nuestras experiencias sociales, nuestras vidas familiares imbuidas de significados culturales afines o próximos) vamos a tender a predecir mentalmente un final, el que va a ser desplazado repentinamente por otro que guarda una relación exacta con la narrativa, pero que jamás hubiéramos podido proyectar. Ese desfasaje entre la realidad que proyectamos y la que finalmente resultó ser, es lo que ocasiona que nuestro cuerpo se convulsione, nos den espasmos musculares y nos salga el aire desenfrenadamente de los pulmones y –a veces- lágrimas de los ojos.
Ningún chiste que no nos muestre el abismo existente entre una realidad y otra, es capaz de provocarnos risa. Si la brecha entre una realidad y otra es demasiado grande como para advertirla y comparar ambas, tampoco nos causará gracia alguna.
Qué implica entonces el sentido del humor sino la capacidad de relativizar nuestra realidad y de compararla con otras versiones de ella misma, con otros mundos, creencias, previsiones, prejuicios, etc..
La persona que no ha aprendido a reírse suficientemente de sí misma y de sus circunstancias, en definitiva está asentada en un lugar de verdad absoluta, en la que percibe que sólo lo que a ella le ocurre, o lo que ocurre en su interior, es lo cierto; que aquello que ve o siente como verdad es La Verdad de las cosas; es incapaz de verse desde el lugar del otro, es incapaz de comprender su realidad como una construcción de su mente e incapaz de cuestionarla.
A la luz de lo expuesto, podríamos concluir que el reír es -generalmente- el resultado esperable de una cierta comprensión, una evidencia de que se ha captado una discordancia entre universos que se esperaban afines o una semejanza entre lo considerado previamente como rotundamente diverso. La risa, tiende un puente entre el uno y el otro, y –también- entre polos opuestos de nosotros mismos al revelarnos nuestras propias contradicciones internas.
La risa señala que aún existe la posibilidad, el potencial, la flexibilidad suficiente para deconstruir y reconstruir aquello que se cree saber.
Lejos queda el idiota, el estúpido o el loco risueños como agentes exclusivos de la carcajada, aunque es de notarse que ellos probablemente rían porque sus respectivos mundos, tan endeble y fragmentariamente construidos, caen demolidos y se reconstruyen en una –de seguro agotadora- danza sin fin, sin querencia, sin la más mínima estabilidad.
Nosotros -todos nosotros- edificamos, creamos, estructuramos nuestras respectivas cosmovisiones; nos escindimos de la totalidad abriendo el campo para un yo-noyo, para un adentro y un afuera; recortamos de ese “allá afuera” una serie de elementos a los que les otorgamos existencia al denominarlos, a los que clasificamos y otorgamos valor. Nos relacionamos con “otros” a los que también ponemos nombre, categorizamos y valoramos. Elaboramos –en base a todo esto- distintas hipótesis sobre quienes somos, quienes son esos otros y cómo es La Realidad.
Con los años nuestras teorías van siendo unas retenidas y otras desechadas. Poco a poco, nuestro mundo, nuestra realidad, el universo que hemos ido organizando alrededor de nuestra experiencia vital, de lo aprehendido e incorporado a título de tentativas de sentido o búsquedas de explicación, ganan el lugar de verdad.
Las viejas teorías o hipótesis van socavado el sitio de la incertidumbre del ser, y ocupado su lugar. Nos convertimos en detentadores del saber, en conocedores de cómo son las cosas, lo cual no sería tan grave si no fuera porque desde ese mismo instante dejamos de ser buscadores !
Cuando nos convertimos en personificaciones del cliché del “si te digo que va a llover, abrí el paraguas” y “si te digo que es carnaval, apretá el pomo”, corremos el riesgo de solidificar nuestra existencia, de cristalizar nuestra posibilidad de aprender y dudar de nuestro conocimiento, nos encerramos sin advertirlo en nuestras propias posturas hacia las cosas, nos entrampamos en una vida innecesaria y tristemente rígida, en la que difícilmente podamos ver algo que no seamos nosotros mismos.
Si no somos capaces de reírnos, de flexibilizar de nuestras certezas, tal vez es hora de preguntarnos cuán lejos estamos de volver a ser como niños, cuán lejos estamos de la falta de prejuicios e inocencia original y cuán lejos estamos de percatarnos del hecho de que vivimos en un universo hermoso, misterioso, inconmensurable e incognoscible.
La formalidad ritual y seriedad inconmovibles que detentan aquellos que creen saberlo todo, el hecho de ser incapaces de cambiar, de mejorar, de aprender, de cuestionar, no revela sino un intento por replicar la idea del nene que haciendo un pocito al lado de la orilla, creía que podría pasar el océano allí con su baldecito…
Tal vez lo ideal es jugar con nuestro baldecito, divertirnos con las olas, sentir el fresco que traen las ventiscas, hacer unas montañitas de arena al frente del pozo para que lo resguarden, y –luego- cuando nuestro pocito comienza a sufrir derrumbe tras derrumbe por no tolerar tanta agua junta, y vuelve a quedar al nivel del piso, aprender a reírnos de nuestra empresa, agradeciendo el hermoso día que hemos pasado !
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Dígame, no es mejor no tener nada?
Analizando los últimos sucesos ocurridos en el país he visto pasar frente a mis ojos a toda clase de personas distintas entre sí, unos jubilados, otros comerciantes, otros desocupados, todos con algo en común: tenían dinero atrapado en el «corralito».
Además, tenían algo más en común: SUFRÍAN Y FUNCIONABAN COMO ACUMULADORES DE BRONCA.
Toda la carga negativa recibida a causa del comportamiento abusivo del estado, no va ya a solucionarse ni aún en el improbable caso de que los gobernantes desandarán sus pasos.
Toda esa energía negativa ha quedado plasmada en los rostros, en los ojos, las miradas y las arrugas de todos aquellos que antes del 3 de diciembre del 2001 sentían que tenían algo; ese algo se llamaba DINERO PROPIO.
Lo cierto es que así como cuando a uno lo asaltan, no vuelve a salir a la calle de la misma manera nunca más, lo mismo le pasará a esta gente a la hora de mirar el dinero. ¿Qué hacer con él? En la calle nos roban con armas y en el banco nos roban por decreto! Y, a ambas circunstancias las apoya una justicia de cartón pintado, que -sin criterio uniforme- rescatará a algunos en perjuicio de otros... como siempre, una vez más.
Pero tranquilícense, nada nuevo bajo el sol. No es la primera vez que el pueblo es lanzado al vacío. Césares, emperadores, príncipes, reyes, gobernadores y presidentes, entre otros; todos han claudicado contra sus pueblos. Todos han tenido su momento de miseria... todos han demostrado su naturaleza humana... unos de modo más soportable, otros menos.
El pueblo -por su parte- siempre sobrevive, con más o menos bajas entre sus filas. Eso sí: bajas hay... siempre queda gente en el camino: SABE POR QUÉ? QUIERE PODER SER UNA EXCEPCIÓN?. ¡SALGA DEL JUEGO!.
Renuncie a la fantasía de que usted pertenece a algo llamado “pueblo”, renuncie a la fantasía de que posee dinero, renuncie a creer que un decreto, una ley, una actitud o una palabra ajena a usted son capaces de afectarlo para bien o para mal, renuncie a pensar que usted es un nombre, un apellido y un número de documento, Cuil, Cuit, o cuenta corriente: USTED ES UN SER HUMANO. Entiende esta maravilla?
Su finalidad es crecer espiritualmente, descubrir para qué vino a parar a este mundo, cumplir con lo que podríamos llamar «su destino», que es único, sólo usted puede hacer lo que vino a hacer; usted es una herramienta indispensable de la Providencia.
No es menos importante su realización que la obra de un presidente.
Si quiere salir del juego, solamente entienda que es un juego.
Y, si quiere jugar, hágalo sabiendo que es un juego.
Usted puede decirme: la vida y la muerte no son juegos, cuando no tengo un plato de comida para darle a mis hijos no es un juego, cuando me desalojan de mi casa no es un juego... y yo lamentaré decirle que SI, que ningún aspecto material de la vida tiene verdadera relevancia, que todos vamos a morirnos tan solos y sin nada como vinimos a este mundo, y que la calidad de vida no tiene nada que ver con si comemos caviar o arroz.
Obviamente todos quisiéramos tener un buen techo, una buena alimentación y una serie de COSAS que nos garanticen confort, pero eso no tiene que ver con la felicidad. Si usted identifica su felicidad con eso, NUNCA SERÁ FELIZ, SIEMPRE LE FALTARÁ ALGO.
Identifíquese con su SER y no con su TENER y -de repente- le habrá sacado todo el poder, toda la ingerencia que tenía sobre usted el gobernante de turno, o a situación económica.
Destruya el mundo ilusorio en el que vive y verá al fin la realidad.
No pretenda ganar, ya ganó.
La realidad biológica lo hizo a usted entre miles de millones de posibilidades: DESDE QUE NACIÓ, Y CADA DÍA A PARTIR DE ALLÍ USTED YA GANÓ. CADA VEZ QUE ABRE LOS OJOS POR LA MAÑANA, CADA PESTAÑEO DURANTE EL DÍA LO CONVIERTEN EN UN ABSOLUTO GANADOR : ESTÁ VIVO!
Normalmente caracterizo mi columna por ser crítico hacia los gobernantes, los monopolios empresariales, la justicia, etc. Hoy no es necesario criticarlos porque ellos están en absoluta evidencia. Su vergüenza es pública y notoria.
Hoy me meto con usted (espero que lo tolere). Hágame caso, no se me vaya a morir sin haber saboreado la maravillosa experiencia de sentir la vida fluir dentro y a su alrededor.
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Ahorraré unas horas de consultas haciendo saber a los clientes que iniciaron acciones contra el corralito, el estado de cosas.
Hemos pasado semanas haciendo un promedio de tres horas diarias de cola en los edificios de Carlos Pellegrini 685 y Tucumán 1381 (sedes de los Juzgados Contenciosos Administrativos).
Fruto de esas agotadoras jornadas, en las que cientos y miles de colegas llegábamos a las 6:30 AM para acabar «sin novedades» hacia las 11:30 AM, menos de adelantarles ciertas predicciones sobre sus juicios, a saber: Los juicios estaban teniendo favorable acogida respecto de las medidas cautelares. Esto es, se estaban resolviendo entregar los dólares o pesos suficientes para comprar dólares en el mercado, con carácter de PREVIO a la decisión final (sentencia) del juicio del amparo.
Los juzgados hasta el 15 de Abril del 2002 estaban resolviendo los amparos planteados hasta principios de enero de 2002, y casos particulares de URGENCIA de vida o muerte planteados a posteriori.
Respecto de los juicios planteados en Capital Federal, pero con Bancos depositarios en Provincia, estaban remitiendo los expedientes a los Juzgados Federales correspondientes a esa jurisdicción (por ejemplo los que tuvieran depósitos en zona oeste irían a parar a San Martín).
La semana del 15 de Abril del 2002 los juzgados decidieron, por el cúmulo de expedientes y para brindar mayor celeridad a los trámites, dividir entre Tribunales de distintos Fueros (federal civil, civil y laboral), los juicios iniciados, manteniendo la firma de las resoluciones en manos del juez originario. Esto haría que a partir del 17 de Abril del 2002 salieron muchísimas más medidas cautelares ordenando devoluciones.
A raíz de ello, el siempre oportuno Ministro de Economía se propuso dictar un nuevo decreto de «necesidad de urgencia» (necesidad de los bancos y urgencia por demostrar los inútiles que son), en el cual se impide la efectiva extracción del dinero por parte de sus titulares, y llevando los trámites -a medida que se resuelvan por el Juez de 1 - Instancia- hasta la tercera instancia, por per soltura. O sea que cuando Ud. tenga una decisión favorable del juez, el asunto pasará finalmente a la Corte Suprema, que NEGOCIARA con el «querido Gobierno» la mejor solución... para ellos, claro está. Sin embargo, Duhalde no se animó a firmarlo.
Actualmente se debate la idea de promulgar una ley que convierta los depósitos en Bonex, los cuales han sido en el pasado aceptados como constitucionales formas de saqueo estatal. De darse esta situación es posible que no se justifique proseguir las acciones legales planteadas, de modo tal que -si al momento en que Ud. lee este artículo- si tal ley se convierte en un acto jurídico real, llame a su abogado, pues habrá una nueva situación que analizar en conjunto.
Confiamos que hay una luz al fondo de esta cloaca de corrupción. Por lo pronto, tengamos fe en que los años de esfuerzos que pretenden robarles a todos los argentinos no puedan ser sustraídos por la banda de ladrones más grande y perversa de la historia.
No sabemos cual, pero suelen ocurrir finales felices en las películas, y -según dicen- la realidad supera a la ficción ¿no es cierto?
UNA PROPUESTA PARA UN PROYECTO DE LEY
En épocas de tanto decreto de necesidad
y urgencia, de tanta disputa acerca de quién será el candidato
a presidente en el 1012, de cuál es el partido ganador de las últimas
elecciones legislativas, en época de tanta delegación de poderes
extraordinarios… me he preguntado si la solución a parte de nuestros
problemas coyunturales –y hasta estructurales- en relación a la
calidad de los servicios públicos, a la carencia consuetudinaria de insumos
en la educación y en los hospitales, en la construcción de la
infraestructura cuya realización se sub o mal ejecuta año a año,
etc, no se resolverían con UNA LEY MUY SIMPLE, que nos facilitaría
–además- el comprender cuanto hay de vocación de servicio
en la clase dirigente y en sus allegados.
No voy a proponer que los políticos deban vivir con un ingreso de ciento
ochenta pesos por hijo, porque sería excesivo (aunque habría que
ver cuantos hijos –de repente- estarían dispuestos a reconocer).
La ley que propongo consiste en establecer con carácter de REQUISITO
NECESARIO para el acceso a cargos públicos electivos (comunales, municipales,
provinciales y nacionales) y para la designación en cargos ejecutivos
ministeriales y/o de la Administración Pública (nacional, provincial
o municipal), EL USO Y UTILIZACION SINE QUANON DE SERVICIOS PUBLICOS EN FORMA
EXCLUSIVA Y EXCLUYENTE de cualquier otro medio y/o servicio, mientras pretenda
durar en ejercicio de sus funciones, por parte de quien vaya a recibir el nombramiento
o a candidatearse (según el caso) y de su núcleo familiar conviviente
(esposa/o y/o concubino/a e hijos/as menores de edad no emancipados/as).
Esto no se propone como una obligación compulsiva, sino como un acto
voluntario que DEBERÁ ser llevado adelante si es que se quiere acceder
a dichos puestos electivos o a dichos nombramientos. Pero como requisito tan
necesario como el ser mayor de edad.
ESTO QUIERE DECIR QUE LOS NOMBRADOS DEBERIAN:
• Desplazarse en colectivos, trenes, subtes, bicicletas, patines, etc..
(eliminando –además- en grandísima medida el gasto presupuestario
en vehículos oficiales y choferes, y contribuyendo a la formación
de una ética de cuidado del medio ambiente).
• Concurrir a establecimientos educativos públicos, escuelas y
universidades nacionales y/o provinciales, NO PRIVADAS o subvencionadas parcialmente
por el Estado.
• Atenderse, en todos los casos y fuera cual fuere la patología
en nosocomios y Hospitales Públicos, con el staff estable de la institución
que se tratara, sea para controles de rutina, para cirugías complejas
y/o estéticas, mientras duren en sus cargos y/o funciones.
• Valerse para su seguridad y la de su hogar, de los servicios de su comisaría
zonal y de los medios de que disponen los vecinos de su lugar de residencia,
sin custodia de guardias privados, central de alarmas, ni seguridad estatal
diversa.
• En todo proceso judicial en que sea parte solo podrá valerse
de la Defensoría Oficial durante su ejercicio en funciones. Luego, aunque
ya hubiera cesado en su cargo, solo tendrá derecho a ser defendido por
la defensoría oficial en relación a las causas que estén
relacionadas con el ejercicio de su función pública.
• Residualmente, todo tipo de servicio que deba proveerse por parte del
Estado a la ciudadanía, no podrá proveérselos el funcionario
y su núcleo familiar conviviente, en forma privada.
En resumen, si trabajan para el pueblo, deben vivir y padecer –pero también
gozar- los pesares y beneficios de pertenecer a él.
Si tienen un grupo familiar conviviente que no lo apoya en esta cruzada, que
se separen. Porque si ante el pueblo mantienen la ficción del matrimonio
feliz o de la buena y noble paternidad, comienza mintiéndole a quienes
lo eligen.
Por eso, como explicaba, no pienso que esto deba plantearse como una norma impositiva,
sino como una libre elección para el funcionario y su familia, demostrando
–esta también- el apoyo interno a la labor que este pretende desarrollar
y el acompañamiento a la vocación de servicio que pregona al postularse
para el cargo o función.
Claro está, parece obvio que en caso de ser electo y/o nombrado al puesto
que fuere el funcionario y/o su familia decidieren incumplir con el compromiso
asumido en este sentido, se produzca el cese ipso facto de sus funciones con
pérdida de salarios caídos, privilegios previsionales, caída
de los plazos de los créditos especiales y/u otros beneficios (que se
le hubieran otorgado, o a los que hubiera accedido por ocupar el cargo), etc.
etc. y con devolución a su partido y al Estado de todos los gastos en
los que los (nos) hizo incurrir con su candidatura y elección, y con
todos los que se deban sufragar para la designación de su reemplazante.
Por supuesto, los mecanismos de control más eficaces no serían
órganos políticos, sino las propias instituciones privadas en
las que se solicitaran servicios, o grupos de ciudadanos sorteados de padrón
(o que se enlisten a tal fin), ONGs con facultades de contralor y/o la propia
ciudadanía a través de denuncias, incluso on line, el poder propio
judicial, el periodismo, etc. etc. .
Y –claro- si un hospital público recibiera donativos extraordinarios
o le llegaran –al fin- los insumos tan necesarios y largamente pedidos
para la comodidad y/o mejor atención de los pacientes, justo cuando hay
un político internado,.. siempre cabría la posibilidad de investigar
este indicio y de denunciar la posible malversación de caudales, el mal
desempeño y el incumplimiento de deberes del funcionario público
de los responsables, tanto como el cohecho, y otras figuras posibles en dicho
marco.
Por fin, en cuanto al enriquecimiento ilícito, debería existir
–como ocurre por ejemplo con los accidentes de tránsito en los
que intervienen peatones y rodados- una inversión de la carga de la prueba.
Si entró a la función con un patrimonio de 10.000 pesos y en la
siguiente declaración jurada tiene 1.000.000, parece lógico que
quien deba probar que ese patrimonio el lícito y demostrar su origen
sea el portador y no el Estado demostrar lo contrario (cuando se elaboran kilómetros
de artilugios con cada acto de corrupción). Y… también lógicamente,
patrimonio cuya procedencia lícita no se demuestra, en el funcionario
y su grupo familiar: SE INCAUTA y DECOMISA… pasando dichos bienes –o
volviendo- a las arcas del Estado.
Claro que es difícil pensar que lograremos
que se promulgue una ley como esta, pero si lo lográramos estoy seguro
que la cosa cambiaría en mucho, para mejor. Por otro lado: ¿La
firma de cuánta gente se necesita para presionar y hacer que le den tratamiento
a esta ley? 50.000?, 200.000? 1.000.000? La verdad es que con excepción
de los cinco o diez mil políticos y familiares afectados en forma directa,
el resto del país de seguro querría que este borrador de proyecto
fuera ley ¿o no?
Esperando llegue a buen puerto, arrojo esta botella al mar.
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