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VIEJO! ¿ VAMOS AL ABOGADO O AL PSICOLOGO ? (Enero 2002)

ROMPER EL CONTRATO SOCIAL (Febrero 2002)

¿ POR QUÉ DIVORCIARSE ? (Marzo 2002)

¿ QUÉ VENDRÁ DESPUÉS ? (Abril 2002)

MÁS PENAS, MÁS PENA... (Mayo 2002)

SITUACIONES EXTREMAS REQUIEREN SOLUCIONES EXTREMAS (Junio 2002)

EL SER HUMANO: ESE INMENSO CÚMULO DE POSIBILIDADES (Julio 2002)

¿ GRANDEZA DE PATRIOTAS O MÁS DE LO MISMO ? (Agosto 2002)

EL SENTIDO SOCIAL DE LA VIDA (Septiembre 2002)

¿ ES REALMENTE IMPOSIBLE OTRA FORMA DE PENSAR ? (Octubre 2002)

LA CUESTION INCONCIENTE (Noviembre 2002)

LOS ARGENTINOS SOMOS UN EJEMPLO DE CÓMO NO SE DEBEN HACER LAS COSAS (Diciembre 2002)

 

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VIEJO! ¿VAMOS AL ABOGADO O AL PSICÓLOGO?

Me animo a escribir la columna de esta semana dirigiéndola expresamente a aquellas personas que ante la existencia de un problema se hacen la pregunta sumariada en el título de la nota. La gran cantidad de litigios judiciales y extrajudiciales que se basan más en una cuestión psicológica que jurídica así lo exigen.
Es notable como cuanto más tediosa se vuelve la situación económica, los "impuestazos", las promesas de "salariazos" no cumplidas, los cierres de pymes que ya no resisten los embates y exigencias impositivas y laborales, los niveles de desempleo de los que ya no se ve salida... etc etc... han generado toda una nueva gama de temores, hostilidades, paranoias y demás traumas psicológicos y patologías desequilibrantes muy serios en nuestra sociedad, y que -muchas veces- no desembocan en el diván de un psicólogo sino en una silla de frente a un abogado.
Reclamos por las joyas de la abuela, que suelen ser de fantasía... divorcios en los que se debate en juicio la propiedad de un Fiat 125 modelo 1976... sucesiones en las que los hermanos se pelean entre ellos por migajas... juicios de alimentos en los que un padre que gana bien no pasa siquiera la mínima ayuda para mantener a sus hijos... reclamos por deudas mínimas prestadas a un amigo de toda la vida... etc etc...
Todos los que vivimos en la sociedad actual, unos mejor otros peor, sentimos la escandalosa deficiencia en la red de contención del estado... todos estamos a la deriva, unos más otros menos... Esta situación nos genera la sensación de estar todos contra todos, nos han metido subrepticiamente en la cabeza que esto (la sociedad) es equivalente a una lucha por la supervivencia... se ha modificado la mentalidad de las personas que han perdido en poquísimo tiempo gran parte de su civilidad...
El problema es que estas circunstancias no son siquiera advertidas en las altas esferas de poder -tal vez porque viven en una burbuja-. Lo más grave es que el próximo paso de los que reclaman a un juez resoluciones que no versan sobre cuestiones estrictamente judiciables, es que perderán la poca fe que les queda en el sistema...
El juez muchas veces no conoce a las partes, y no siempre resuelve las situaciones del modo más práctico o conveniente para ellas, sino que se basa en la ley que tiene características generales... Vale decir que si ud. se pelea con su ex marido por la tajada más grande del Fiat 125 modelo 1976, el juez decidirá la venta judicial en subasta, de la que no solo no le quedará un solo peso a ninguno de los dos cónyuges, sino que deberán pagarle al rematador, a los abogados y las tasas de justicia, edictos y demás gastos, por varias veces el valor de mercado del rodado... se entiende?
La realidad es que nos han arrebatado poco a poco el "sentido común social". Nos han robado la posibilidad de sentarnos a conversar para resolver nuestros problemas, porque nos inundaron de desconfianza, y, el pacto social se basa en la confianza en el sistema y en la gente.
Los abogados con conciencia nos encontramos -más veces de las que deberíamos- aconsejando NO HACER JUICIO, e intentando resolver cuestiones o explicar cosas que no hacen a nuestra especialidad sino al ámbito de un buen psicólogo.
Quiera Dios que las cosas cambien para mejor, pero -entretanto- intente no caer en las garras de algún profesional del derecho que -sea por conveniencia personal o sea por simple inconciencia- le indique que la única solución a su problema es hacer un juicio... Recuerde que así como no se puede pedir peras al olmo, no se le puede exigir al abogado -que vive del litigio, que está entrenado y capacitado para hacer y ganar juicios-, que entienda que lo que ud. necesita es otra cosa.


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¿POR QUÉ DIVORCIARSE?

Divorciarse es un paso tanto o más importante –y con tantas o más implicancias– de las que puede tener el casarse.

Cuando uno contrae nupcias la situación suele ser de gran apoyo familiar, las motivaciones de los contrayentes suelen estar relacionadas con un sentimiento de afecto y buena voluntad, se palpa en el ambiente una cierta magia como si la NATURALEZA de las cosas hubiera guiado providencialmente a los novios al pie del altar.

Obviamente ha de tenerse en cuenta que todas estas circunstancias no se dan en el 100% de las bodas, pero si es muy raro que no exista –a fin de cuentas– una sensación general de positividad ligada a los afectos en el momento de celebrar el matrimonio.

En cambio, cuando las cosas no funcionan en el matrimonio, las relaciones familiares se TENSAN, los esposos generan reacciones negativas el uno hacia el otro, se resquebraja su mundo idílico, el ideal proyectado el día que se casaron. Los amigos comunes suelen tomar posiciones en pro de uno y contra el otro cónyuge, y ni qué hablar de las respectivas familias...

Todo parece haber sido un gran engaño: el otro no era quien yo creía que era... sumada la colaboración externa a la pareja se suele concluir –además que ni siquiera era “el otro” quien los demás creían que era... y la conclusión de esa/s reflexión/es tiene tres desenlaces probables: dos que terminan en divorcio y una que perpetúa la unión.

Esta unión –la más atípica en nuestros días– es aquella en la que el cónyuge que sufre la “DES-ILUSION”, toma conciencia de la situación y se afirma a sí mismo: ACEPTO QUE NO SEAS LO QUE CREI QUE ERAS, TE ACEPTO A VOS COMO SOS SIN PROYECCIÓN DE LO QUE ME GUSTARÍA QUE FUERAS SIN PROYECTAR QUE VAS A CAMBIAR. O SEA: logra amar al ser humano que otrora eligió, y al que supusimos una cantidad errónea de virtudes y del que —seguramente– nos pasamos por alto contabilizar sus defectos a la hora de entregarnos “hasta que la muerte nos separe”.

Las otras dos respuestas posibles al descubrimiento del otro son bien representadas por un par de afirmaciones típicas: “ME EQUIVOQUÉ... YO QUIERO OTRA COSA” y “ME ENGAÑÓ”.

En el primer caso si los dos miembros de la pareja coinciden en esto podrán tener un divorcio rápido, menor costo en abogados y un padecimiento mucho más soportable.

Caso contrario, cuando uno de los dos o los dos rechazan el entendimiento de la humanidad del otro –por no poder reconocer la propia– es cuando los procesos de divorcio son solo una forma más –junto con los hijos y los bienes– de REVANCHA, de venganza.

Es triste, de por si, que una relación que se prometió amor eterno baje los brazos y se doblegue, pero mucho más penoso –y a veces hasta patético– es cuando el proceso judicial y los abogados son utilizados como herramientas de AGRESIÓN hacia quien –al menos alguna vez– se pensó que se amaba.

Divorciarse es una cosa seria, es una decisión que debe ser fruto de un proceso minucioso, sobre todo cuando hay hijos de por medio. Ambas partes deben comprender las consecuencias que trae aparejada la decisión de divorciarse, de romper el vínculo matrimonial.

Cuando la decisión nace de uno solo de los cónyuges, resulta IMPRESCINDIBLE que él se tome su tiempo para explicar al otro las causas de su decisión –aunque a él le parezcan evidentes– porque los que quedarán divorciados serán los dos.

Hoy en DÍA la sociedad acoge esta circunstancia –la del divorcio– como una eventualidad casi intrascendente.

Lejos quedaron los estigmas que pesaban –en especial– sobre las mujeres de ese estado civil; hasta podríamos decir que hoy por hoy es casi un símbolo de su independencia y de su dominio sobre su vida.

Lo cierto es que no hay NADA –fuera de la intra familia conyugal– que impida seguir el camino del divorcio.

El tema que deben decidir los cónyuges –y nadie más que ellos– NO DEBE CENTRARSE la decisión en si se pasarán alimentos, quién se quedará con los niños, cómo será el régimen de visitas o qué harán con los bienes comunes, esas son cosas que deberán dilucidar una vez que HAYAN TOMADO LA DECISIÓN CLARA Y CONCIENTE DE DESHACER SU VÍNCULO... los que actúan a la inversa sólo cosecharán broncas para tomar decisiones impulsivas con algún fundamento excusante en esas causas.

No hay que temer a la verdad; si se comprendió que no hay amor o que este no es suficiente para aceptar al otro tal cual es, no hay que inventar excusas, ni fomentar peleas, ni crear tensiones falsas: HAY QUE DECIRLO TAL CUAL ES.

Hay una predisposición natural –sobre todo en las mujeres– a crear una cierta transferencia con su abogado, similar a las que pueden darse en el diván del psicoanalista. El cliente parece confirmar más, respetar más la opinión y seguir más los consejos de su abogado que lo que pueda decirle la persona que convivió con él/ella por años y hasta le dio hijos. Esto no se da porque el abogado es imparcial, bueno, comprensivo e inteligente, sino porque se busca un aliado, parcial y pagado contra un enemigo. En el fondo se intuye que se está contratando a un MERCENARIO, que así como defiende a uno podría defender a otro, pero como eso resulta ser un pensamiento repulsivo trata de legitimarse su existencia por medio de justificativos tales como “le conté tal y cual cosa y me dijo que tengo razón”, “él entiende que es una injusticia”.

El abogado –salvo rarísimas excepciones­ NO ES UN MERCENARIO, NI ES UN SOLDADO, NI UN GLADIADOR.

Los abogados ejercemos una profesión muy digna que es la de proveer una asistencia técnico-jurídica a las personas (sean quienes sean estas), los asesoramos y desasnamos sobre cuales son los derechos que tienen, los que no tienen, y los que –aunque tengan– no les justifica ejercer. No inventamos derechos, y debemos circunscribirnos a la letra de la Ley.

Esta misma fantasía del “mercenario” es la que lleva a la gente a creer que si un Juez falla en su contra, se demora o no le da lo que hubiera podido darle –desde su obtusa visión de las cosas–, es porque el abogado “ARREGLO CON LA OTRA PARTE”, y esto es el 99% de las veces de una irrealidad total, ya que –salvo supuestos muy excepcionales– resultaría LITERALMENTE IMPOSIBLE que un abogado arregle algo por su cuenta obteniendo un beneficio en perjuicio de su cliente.

Para concluir, lo que debe tenerse especialmente en cuenta es que el divorcio NO ES LA SOLUCIÓN A UN PROBLEMA DE PAREJA, sino que es la forma en que la ley deja de llamar pareja a dos personas que ya no lo son. Por lo tanto, SOLO PIENSE EN EL DIVORCIO CUANDO TENGA CLARO QUE NO HAY POSIBILIDAD ALGUNA DE REENCAMINAR LA RELACIÓN.

Por otra parte, cuando se llega a la separación de hecho con la certeza absoluta de que no habrá retorno: NO DEJE DE DIVORCIARSE, pues todo bien que adquiera seguirá siendo ganancial, las responsabilidades de uno u otro cónyuge siguen siendo en cierta medida compartidas –al menos en los perjuicios económicos que puede traerle a colación, el formar nueva pareja será considerado infidelidad para la ley y traerá consigo la sanción de divorcio culpable con pérdida de ciertos derecho –aunque al separarse los dos hubieran estado de acuerdo–, etc. En la separación de hecho, cuando se ha constatado que no existe más voluntad de unirse... mi consejo profesional es: DIVORCIESE.

 

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¿QUÉ VENDRÁ DESPUÉS ?

No hay nada que hacer hasta que la sociedad no comprenda cabalmente qué significa pertenecer y vivir en un estado de derecho.

Se han escrito cientos de tratados, libros finos y gruesos, explicando qué significa vivir bajo el imperio de la ley. Sin embargo, hoy, en nuestro país, los argentinos nos encontramos ante la inminente caida del sistema en el que viven el resto de las sociedades civilizadas de la tierra.

Esto no es una revelación para quienes ejercemos el derecho, hace rato que vemos como caen las instituciones, como se degrada la ley y como se debilita la justicia. El descrédito de las instituciones no solo es responsabilidad de los gobernantes de turno, sino de allí para debajo de todos aquellos que se han conformado con mantener el status quo, esto es: funcionarios y empleados públicos de todos los sectores que no han impulsado el mejoramiento de sus actividades en beneficio de los contribuyentes, como si ellos mismos no lo fueran.

No obstante, el mentado “corralito” acaba por hacer entender a la comunidad toda que en nuestra patria ya NO NOS RIGEN LAS LEYES.

Esto no solo es un espanto, sino que tal vez configure LA MAS ESPANTOSA DE LAS VERDADES QUE DEBAMOS ACEPTAR Y TRANSITAR DESDE QUE SOMOS REPUBLICA.

En el sistema republicano de gobierno, un poder legisla (hace las leyes), otro poder ejecuta las facultades que las leyes le confieren, y cuando hay malos entendidos, incumplimientos o discordancias, otro poder dirime los mismos impartiendo justicia.

En Argentina estamos bajo el yugo de un minúsculo grupo delincuentes y otro más grande de inútiles eunucos, que so-pretexto de gobernar, legislar y ajusticiar, hacen y deshacen lo que –y como- quieren, haciendo entrar a la sociedad entera en un baile sanguinario y enloquecedor que dudo que tenga precedente.

Nada de lo que se hace en este país –a nivel gubernamental- tiene algo que ver con la legalidad, de ella solo nos quedaron formalidades estúpidas. Lo dramático es que estos “señores” NOS HAN MATADO LA REPUBLICA (Res: cosa – Pública: del pueblo).

Comentario aparte merece la inaceptable improvisación de los gobernantes –ya que no se les puede decir representantes- de turno.

En un Estado que paga sueldos y contrata miles de ñoquis, es insólito que los que están ahora en el poder, y los que quieren perfilarse para las próximas elecciones, no tengan grupos de profesionales de diversas areas que ANTICIPEN EFICIENTEMENTE LOS SUCESOS ECONOMICOS Y SOCIALES, antes de que causen muertos, antes de que se fuguen los capitales...

Lo que digo es algo elemental: ¿cómo es posible que durante casi tres meses hayamos tenido cinco presidentes, y más de 200 normas –entre leyes, decretos y comunicados- que se contradecían unas con otras? ¿cómo es posible que no se hayan previsto las medidas con meses –por lo menos- de anticipación? Una medida que afecta a toda la población no puede elaborarse, analizarse, evaluarse y ponerse en vigencia en 24 horas, esto es de una irresponsabilidad tan manifiesta que quienes intervinieron en ellas deberían pedir ser puestos –por clemencia- en la cárcel.

Tras cartón, nos dicen que hay que alentar las inversiones extranjeras y que el pueblo debe comportarse a la altura de las circunstancias. Sin embargo, ningún inversor serio se fija en si en el país donde piensa invertir hay cacerolazos, solo se pregunta si es previsible que podrá obtener ganancias con su emprendimiento. Ningún capital serio se va a instalar en Argentina, porque lo que se muestra es una severísima inseguridad jurídica, y ella solo puede atraer inversiones especulativas, capitales que entran, ganan y se van.

Cuando los jueces sentencian, su criterio personal no decide lo que a ellos les “parece”, los jueces tienen obligación de fallar conforme a derecho, esto es, deben respetar el dictado de las normas, y ellas consideradas en prelación: Constitución Nacional, Tratados con potencias extranjeras de rango constitucional, leyes, decretos, ordenanzas, etc.

Los legisladores, y –en el caso de los decretos- el poder ejecutivo, tampoco pueden dictar las normas que se les ocurran, deben respetar la Constitución Nacional, los Tratados y los principios del derecho, como los de irretroactividad de la ley y el respeto de los derechos adquiridos, etc..

Aquí SE HAN VULNERADO TODOS LOS PASOS QUE HACEN AL SISTEMA JURIDICO, que es la plataforma sobre la que se constituye la sociedad: son sus normas de convivencia.

Los decretos se dictan en oposición a las leyes, y ambas en oposición a la Carta Magna. Los jueces dictan resoluciones equívocas, respondiendo no a las obligaciones de su función, sino en función de sus obligaciones políticas, lo cual incrementa la inseguridad jurídica y una desigualdad ante la ley.nunca antes vista.

Y la gente se amontona a romper vidrieras o cortinas de los bancos. Me pregunto quién creerá la gente que va a pagar los arreglos. Los ciudadanos se arriesgan a recibir balazos de goma, de plomo, a respirar gases lacrimógenos...

También me pregunto si los Sres. Fiscales de la Nación creerán que el delito de traición a la Patria es solo para algún James Bond que atrapemos, porque nunca se han visto tantas traiciones juntas y sin embargo no existe ninguna causa abierta por tal delito.

Los argentinos, cada uno desde su lugar, debemos entender que la política no se curará a manos de los políticos que están. Depende de toda la sociedad renovar la clase dirigente. Empeñemos nuestro tiempo, participemos en asambleas, enlistémonos en los partidos, hagamos una transfusión de sangre joven en sus corruptas arterias. Solo nos queda ganar una vez que hemos perdido todo, así pues: HAGAMOS ALGO PRONTO, porque si volvemos a más de lo mismo vamos a terminar con la desocupación porque trabajaremos -los que quedemos vivos- quitando los cadáveres de las calles.

Tomemos conciencia que la sociedad toda debe obligar a los gobernantes a gobernar para ella, no más para ellos mismos, ni para los bancos, ni para el F.M.I..

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MÁS PENAS, MÁS PENA...

A medida que la delincuencia aumenta, que los robos son más salvajes, los homicidios más frecuentes, la sociedad –convulsionada- exige mayor agresividad en la autoridades (es decir, legitimando la mano dura) y mayores penas a los malhechores.

He de decir que -con estupor- veo una y otra vez, como los medios de comunicación parecen cultivar esta sensación en la “gente de bien”, mientras –al mismo tiempo- difunden las mecánicas delictivas con tanto detalle que asemejarían –muchas veces- un programa destinado a enseñar a cometer los delitos.

Creo que la sociedad debería comenzar a pensar seriamente en el tema, porque si seguimos por este camino no quedarán –de aquí a poco- policías vivos para cuidarnos, y –ante la duda- andaremos matándonos unos a otros por la calle.

Es curioso como a la “gente de bien” le parece relevante el aumento de las penas, pues juzgan los años de encierro por el efecto devastador que tendría en sus propias vidas. Sin embargo, no piensan que el homo delincuens no tiene los mismos criterios, ni la misma formación, ni la misma expectativa de vida; por otro lado los que postulan esto tampoco parecen tener en cuenta que más años en la cárcel son más años en los que la sociedad va a mantener con cobijo y alimento a estas personas que nada producen.

La hotelería carcelaria es carísima, pésima consejera, y no readapta a nadie, sino que –hoy por hoy- es un CASTIGO tan inconstitucional como el corralito de Cavallo.

Nuestros muy civilizados constituyentes del ’53, precursores y de avanzada, nos dejaron “que las cárceles serán para seguridad y no para castigo de los reos...”. Por qué? Porque todos somos seres humanos: TAMBIEN LOS ASESINOS, LOS VIOLADORES, LOS LADRONES, ESTAFADORES, Y TODA ESA GENTE QUE UNO NO QUISIERA NUNCA TENER QUE CONOCER ALGUN DIA.

Tal vez se acerca un momento en el cual nos tengamos que sincerar y decidir si queremos volver a la Ley del Talión, en la que un ojo se pagaba con otro ojo... o peor aún llegar a quitar la vida a quien atenta contra ella, lo que denominaría como un “plus” al talión.

Es todo un paso, pero creo que hay que ser francos. Si la sociedad no tiene la voluntad de reeducar, de convertir, de readaptar y de volver positivo hacia su seno a quien se desvía del camino del pacto social, lo lógico no es matarlo de viejo en una cárcel donde nadie lo ve, ni siente culpa de su propia barbarie, sino rematarle un tiro en la nuca y en una plaza pública, al grito de “este no jode más!!”.

Sincerémonos de una vez, porque poco a poco –pero cada vez con más asiduidad- se ve a “periodistas” presuntamente acreditados, que reprochan el comportamiento de un grupo de personas que agravian verbalmente (o empujan) a un ex Ministro de Economía que con su actuar –seguramente- forjó –o ayudó fuertemente a forjar- el destino criminal de cientos o miles de personas, mientras por otro lado pregonan –estos mismos “profesionales de la comunicación social”- penas de 40 años para los denominados “niños delicuentes” de 10 años, que no tuvieron -desde que nacieron- la más mínima contención, formación, ni aporte cultural o alimentario por parte del Estado.

El marginado no piensa como uno, el hombre que está fuera de nuestra cultura –o pertenece a sus fronteras- no tiene por qué respetar nuestras normas de convivencia, no las comprende... No se trata de un límite liguistico; si uno le dice que al cometer delitos tendrá penas más severas, no dejará de llevarlos a cabo, solo perfeccinará las técnicas para delinquir sin ser apresado (dentro de su elemental mentalidad de marginado, o dentro de su brillante mente criminal, según el caso).

Tenemos que tomar la decisión facil o la difícil. La primera sería exterminar a los delincuentes, sus familias –inocentes o no-, y sus amigos –inocentes o no- y a los sospechados –inocentes o no-; la segunda estaría dada por darnos cuenta que lo que debemos activar es la conciencia de que NUESTRA SOCIEDAD, nuestra cultura y nuestro marco normativo convivencial es mejor para todos... pero ojo, esta opción solo puede ejercerse si realmente es mejor para todos, no para la mayoría.

¿Cómo puede alguien en su sano juicio, egresado –y posiblemente docente- de alguna universidad que es la crema de la crema del país, o del mundo, determinar basado en alguna variable económica que un sub-grupo de la sociedad se quedará irremediablemente fuera del sistema, sin soporte de vida, sin acceso a la educación o a la salud??? ¿qué espera que haga de bueno para la sociedad, alguien a quien la sociedad expulsó solo por nacer en el lugar equivocado o en el momento inoportuno?

Reconozcamos que nosotros -nuestra cultura- fabrica delincuentes. Podemos sentarnos tranquilos a dejarlos nacer, crecer, desarrollarse y luego encarcelarlos o matarlos cuando nos matan a un “bien nacido hijo” o podemos ayudar a ese ser humano antes de que sea demasiado tarde, ayudándonos en este mismo actuar a nosotros mismos como individuos y como miembros de un cuerpo social menos más social.

Por último, remarco que no estoy proponiendo invitar a las damas del té a las 5:00 PM a que vayan a tener cohabitación con los muchachos del penal de Junin; solo digo que de vez en vez –al menos- tomemos a un chico de esos que piden en la calle y –en lugar de darle una moneda que pague nuestras culpas- lo invitemos un sándwich y una gaseosa, y conversemos por un ratito con él como persona (no como incómodo obstáculo de la vía pública)... y -quién le dice- que esa sola actitud –inserta en todos nosotros- no esté evitando que el día de mañana esa manito chiquita y sucia, ya más pesada y más fuerte empuñe el arma
que nos mate un hijo.

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ES SER HUMANO: ESE INMENSO CÚMULO DE POTENCIALIDADES

Algunas veces uno ve cla­ramente los problemas que enfrenta el mundo. Hay momentos en la vida en que -tal vez por autodescubrimiento- uno logra descubrir aspectos uni­versales de la naturaleza huma­na.

Se sabe uno débil, se sabe uno corruptible, se sabe uno capaz de tantísimas cosas buenas y malas, y -recién allí- se da cuenta que, a pesar de todas las diferencias de pensamiento y hasta de estructura mental, el ser humano es ese inmenso cúmulo de potencialidades.

Ahora bien, ¿Qué es lo que impone a unos un comporta­miento social productivo y benéfico, y a otros no? ¿Por qué algunas personas vencen las tentaciones que se les presentan en los terrenos morales, religiosos y políticos, mientras que otros sucumben a ellas?

Sin duda alguna todos tenemos uno o varios "talones de Aquiles", vale decir: indiscutiblemente el hombre busca el placer, a la vez que pretende alejarse de aquello que le causa displacer, tornándolo predeciblemente débil ante algunas circunstancias que pueden presentársele.

Cada individuo, a su vez, posee su propio esquema de placer, de modo que, no siendo lo mismo lo que provoca placer o displacer a cada quién, unos darán la impresión de ser más fuertes y resistentes que otros a los avalares de la vida.

Las personas "corrientes" tenemos cierta "fijeza" en este sentido. Existe un cierto amalgamiento respecto de aquellas cosas susceptibles de darle placer, y tenemos ciertamente identificadas las que nos ocasionan displacer.

Cuanto más intensa es esta "fijeza", más fácil de manejar es la persona y más predecible. Muchas de estas son incorpo­radas socialmente bajo el nombre de "valores", y se hablará de valores religiosos, morales o políticos, e -incluso-, familiares.

Cuanto más distribuida esté esta "carga energética", más equilibrado será el individuo y menos influenciable por circunstancias particulares.

Dicho esto de otra manera: si el gran valor de alguien es el dinero, y no cómo se obtiene éste, o sea trabajar útilmente para la sociedad, es lógico que ese individuo será influenciado y dirigido por aquello que se lo proporcione, sea esto una actividad o una persona, sea trabajando o corrompiéndose.

La sociedad debe ser muy cuidadosa en los valores que inculca a sus miembros. Si hacemos que nuestros hijos -los hijos de la sociedad- sientan que el placer es originado por fac­tores amorales (como el dinero, que no es ni bueno ni malo) sin proporcionar los elementos morales de valoración, en unos años la sociedad sentirá -aún más fuerte que hoy- el embate de la corrupción y el "todos contra todos".

Si el placer está en el "sexo con preservativo" (amoral) en lugar de en el "sexo con amor"(moral), en poco tiempo más la sociedad asistirá a epidemias de grado incalculable.

Si el placer está en dejarse asistir en lugar de asistirse a uno mismo, y asistir a quien lo necesita más que uno, seguiremos marcha atrás en el progreso.

Todos, y no sólo los dirigentes, debemos ser responsables de inculcar valores sociales. Cada quién en su medida, y desde su lugar.

Las potencialidades del hombre requieren una guía, y es deseable que no sean los políticos, ni los programas de TV los que manejen esta tan esencial cuestión; tampoco es labor exclusiva de los cultos, ni de las asociaciones: ES RESPONSABILIDAD DE TODOS. A todos nosotros nos compete, porque gozaremos o sufriremos como cuerpo social los aciertos o desaciertos que cometamos junto con los que permitamos.

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¿GRANDEZA DE PATRIOTAS O MÁS DE LO MISMO?

En nuestro país, podríamos decir que la frase más dicha en los últimos meses ha sido: “QUE SE VAYAN TODOS!”. Sin embargo, desde que la instituyeron muchos como caballito de batalla ha pasado desapercibida una orden que convendría anexar a esta petición popular: “...Y QUE NO VUELVAN!!!”.

Una cosa sin la otra, nos deja otra vez en la misma situación de siempre: a merced de las cabezas de los grandes aparatos políticos, porque ellos tienen los medios, los recursos y la experiencia suficientes para dejar knock out a cualquier nuevo político que se les oponga.-

Es cierto que entre los gobernantes y funcionarios habrá muchos con buena voluntad, incluso con experiencia y proyectos que si se fueran -imposibilitados de volver a ejercer – el país perdería oportunidades de salir de esta espantosa crisis. No obstante, el destino del país no puede ser decidido por la presencia de uno, dos o cinco individuos; y –en todo caso- nadie les quita el derecho que les quedaría como ciudadanos de aportar ideas útiles. El país le pertenece a 36.000.000 de personas, de las cuales la inmensa mayoría quiere –no solo caras nuevas- actitudes nuevas, formas de hacer política nueva, un nuevo esquema conceptual de función pública (más parecido al que quedó por allá en épocas fundacionales de la República).-

El acto de decidir irse todos –si se produjera ese milagro– debe ir junto con el patriótico compromiso de no volver –no digo nunca más– al menos por mucho tiempo. Es un mínimo acto de lealtad y respeto al pueblo, es decirnos “al menos una vez privilegiamos la voluntad popular a nuestro interés personal ”.-

Tal vez peco de ingenuo, tal vez estos engendros gobernantes no sabrían que hacer sí no están negociando ventajitas en medio de alguna reunión lobbístíca ... me atormenta la posibilidad de que la decisión de no irse la tomen por que NO SABEN HACER NADA, Y LO POCO QUE SABEN LO HACEN MAL O PARA MAL.-

De repente me imagino a un Menem es su estudio jurídico; y no lo veo haciendo colas en Tribunales, ni haciendo escritos, ni en una audiencia en el Ministerio de Trabajo. Ni me imagino a Carrió de vuelta en las aulas, etc. A los exfuncionarios de alta jerarquía me los puedo imaginar haciendo valer sus apellidos, haciendo lobbies para el sector privado, usufructuando sus contactos gubernamentales de épocas pasadas, y cobrándose favores. A ninguno me lo imagino TRABAJANDO, aunque ellos llamen a eso trabajar.-

Lo bueno, es que Ud. y yo sabemos lo que es trabajar, a pesar de que muchas veces lo vivamos como un castigo, en el fondo VALORAMOS lo que el trabajo nos da : DIGNIDAD. Aún el que está desocupado, en la medida en que busca y pelea por trabajo es un ser humano totalmente DIGNO.-

Nuestros políticos han olvidado lo que significa aquella consigna bíblica de ganar el pan con el sudor de la frente. Están en la maraña de a quien aferrarse y de quien soltarse, en la maraña de que no les encuentren cadáveres en el ropero, o no descubran la cuenta suiza a nombre del cuñado, y siempre presos de que a alguien se le ocurra prender el ventilador.-

Lo realmente dramático es esto: si se van y no vuelven ¿quién viene?.-

Los argentinos no tenemos grandes referentes no vinculados a la política que tengan reconocida capacidad de gestión con la de honestidad intachable . Tal vez el único referente de los últimos decenios con ambas virtudes fue René Favaloro, y así le fue: terminaron suicidándolo, y en ese lugar simbólico pretendieron ubicar a Macri; gran diferencia ¿no?.-

El grave problema, entonces, es encontrar un nuevo referente, que esté fuera de las trenzas, porque lo que nos van a ofrecer los políticos como “caras nuevas” no son más que títeres. Van a venir –en el mejor de los casos- candidatos más jóvenes en edad, pero tan podridos y tan “del sistema”, como sus jefes.

Nos urge tanto desenterrar del entramado social a una figura tal, porque aún no estamos maduros para entender que la ciudadanía la hacemos entre todos, cada uno desde nuestro lugar. Todavía pensamos que la ciudadanía es algo que nos dan, y no algo nuestro.-

Estamos tan distanciados de sentir intimamente nuestro lugar en la Nación, que aún muchos consideran una picardía criolla la evasión fiscal bajo este pretexto : “para darle plata a esta banda de ladrones, mejor me la guardo yo”, en lugar de revisar las cuentas públicas, exigir que se blanqueen los gastos y hacer las denuncias correspondientes . Y, dicho sea de paso, quienes no pagan sus impuestos con la excusa de que ese dinero no será destinado a la educación, la salud y la seguridad, difícilmente apliquen lo que evaden a donarlo en forma directa para esos fines.-

Comprendemos pero no sentimos el concepto de Patria.-

Nos organizamos y protestamos únicamente si nos roban a nosotros, no nos solidarizamos con nuestros conciudadanos. Somos cobardes a la hora de poner el pecho, y esperamos que la solución del país la traiga un presidente. Por eso necesitamos encontrar una figura, un referente moralizante.-

El país –contrariamente a lo que nos quieren hacer crecer– no necesita más cárceles, necesita más moral, una vuelta a valores que perdimos gota a gota, sin darnos cuenta y que nos llevaron al desastre que vivimos hoy .-

Poner más cárceles en un país cuyo estado de derecho es un triste chiste es –lisa y llanamente– “mandarnos en cana” a nosotros mismos, todos sabemos que aquí los verdaderos delincuentes entran y salen no porque no haya cárceles, sino por ineficiencias e insuficiencias del Código Procesal Penal, del Sistema Judicial, de la Policía, y porque asì lo quiere el Poder Político, porque sirve a sus fines. Recuerde el señor lector que así como decretan un corralito financiero, mañana pueden decir que el que tenga dinero en efectivo está cometiendo un delito y lo obliguen a depositar –so excusa de la “necesidad y urgencia” de restablecer el sistema financiero-, o que diga que quien golpee una cacerola atenta contra la Patria y debe ir preso ... esta semana fue noticia –por ejemplo- el caso de una maestra de Bariloche a la que condenaron a prisión de tres meses en suspenso por haber asistido a un corte de ruta, considerando el juez que reunirse a reclamar en lugares de tránsito público constituía un acto de sedición.

Reconstruyamos el país fundacionalmente, comencemos de nuevo con valor, esfuerzo y coraje; con la frente alta mandemos presos a quienes nos saquearon y expropiémosle su botín, recuperemos lo que se pueda recuperar y entendamos de una vez por todas que esta bendita Patria somos nosotros. Comprendamos que el bien común también es nuestro bien, aunque requiera sacrificios e incomodidades .-

Parafraseando a J.F. Kennedy, no nos preguntemos que puede hacer nuestro país por nosotros, sino lo que nosotros podemos hacer por él.-

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EL SENTIDO SOCIAL DE LA VIDA

Ante las circunstancias que vivimos se impone como nunca la comprensión del hombre como ser social. Si esto no se hace: huyamos del país –y del mundo- y que el último apague la luz.

Entender la implicancia de ser un ser social, es caer en la cuenta que la vida no consiste en un sálvese quién pueda. La vida del hombre no consiste en respirar y satisfacer sus instintos físicos y psicológicos; el ser humano requiere encontrar un sentido a lo que le pasa, y saber hacia donde se dirige. Sabemos que el destino último de todos es la muerte, y por eso es que este tema suele ser tan esquivado por la gran mayoría de las personas: hay una resistencia a aceptar que un día vamos a morir y que todos cuantos nos conocen, que todos cuantos amamos y odiamos van a morir.

Por eso, vivimos como si nunca fuéramos a envejecer, como si fuéramos a estar aquí por siempre. Mujeres –y cada vez más hombres- se someten a todo tipo de prácticas quirúrgicas, o a dietas, o a medicamentos, con el solo objeto de olvidarse por un rato del paso de los años, poniendo su vida real en juego en pos de la ilusión de eterna juventud.

Sin embargo, no muy lejos de la superficie de nuestros pensamientos, todos sabemos que es en vano, que hagamos lo que hagamos el tiempo no va para atrás.

Encontrar un sentido a la vida no es cosa sencilla en tiempos en los cuales los viejos pretextos parecen no estar al alcance de la mano. Años atrás uno se pasaba gran parte de la vida estudiando, para tener una carrera, para luego tener un trabajo medianamente bien remunerado, poder casarse, comprarse su casa, su auto, sus hijos y su perro, y salir una o dos veces al año de vacaciones por diez días: en los que vivía como quería... y en pos de todos estos “logros” se pasaba la vida. Los proyectos incompatibles con esto se dejaban para cuando nos jubiláramos, o para cuando nuestros hijos se fueran de casa.

Hoy, contrario a todos nuestros cálculos encontramos hijos que siguen adolescentes a los 30 años, jubilados que no pueden sostenerse con su haber, imposibilidad de una mayoría de acceder a un trabajo, a una educación acabada, y ni qué hablar de pensar en tener su propia casa, su auto y su perro. Tener hijos parece ser solo fruto de un “error”, y nos enfrentamos a un futuro que se nos pinta aún más negro.

No nos sirven más las viejas excusas, el viejo sentido de la vida. La violencia actual no es más que eso: la lucha entre quienes facticamente pueden vivir todavía del sueño antiguo, contra aquellos que saben que como están las cosas nunca llegarán a cumplirlo en este sistema.

No hay violencia por no tener, sino por la comparación con aquellos que si tienen. Los más perjudicados de este modelo tienen acceso a ciertas ventajas que no tenían los reyes de hace 500 años atrás, y sin embargo en esa época no había el nivel de violencia que vivimos hoy... la causa es la fricción entre los que tienen y los que no. No olvidemos que al prender la televisión todos vemos lo que el mundo ofrece a los que pueden pagarlo... y, hay quienes pueden pagarlo y quienes no.

El equilibrio social en el modelo capitalista está dado por una igualdad de posibilidades de base, y un soporte mínimo para la minoría que no logra acceder a la totalidad de las ventajas del modelo por propio medio. Gana el que compite, pero se le da a todos la oportunidad de competir en igualdad de condiciones. El modelo de exclusión que viene utilizando el mundo lleva solo el nombre de capitalismo, pero no tiene nada que ver con su verdadera formulación.

Tenemos pues, que encontrar nuevos sentidos a la vida, porque para quien la vida no tiene un por qué o un para qué, su vida no vale nada, y tampoco la de los demás. De más está decir que ni aún quienes eran más afortunados en el modelo previo, por mucho dinero y bienes que tengan, pueden salir del corral de inseguridad en el que están metidos.

Me pregunto si quienes tienen un comercio o una gran empresa, se dan cuenta que no tendrán –de aquí a poco- a quien ofrecerle sus bienes o servicios. Me pregunto si los que tienen millones de dólares en alguna caja de seguridad comprenderán que vivir sin salir de su country, es vivir en una cárcel de lujo, pero tan cárcel como cualquier otra. Me pregunto si los que saquearon al país serán concientes que en unos años morirán y no quedarán de ellos sino malos recuerdos.

Es necesario que todos quienes aún tenemos la posibilidad de pensar, aquellos que –por suerte o por logro- tenemos proteínas en el cerebro nos pongamos la meta de trabajar para los otros. Que comprendamos que no hay buena vida, si los que nos rodean no tienen también una buena vida. Si no lo hacemos por amor al prójimo, hagámoslo –al menos- por egoísmo. Solo vale la pena vivir en una sociedad justa, vivir en una sociedad que no deje chicos comiendo tierra, ancianos sin medicamentos y jóvenes sin sueños. Hasta ahora esperamos que esa sociedad nos fuera brindada desde arriba, mientras nosotros hacíamos nuestros negocios, mientras nos preocupábamos por nosotros y por nuestra familia más próxima; llegó la hora de entender que así no funciona.

Somos un cuerpo social. La humanidad toda conforma un único cuerpo, que tiene que tender a armonizarse, a equilibrarse, a conformar una misma conciencia de bien común, que trascienda las conciencias individuales, y que esté por encima de los mezquinos intereses particulares.

Para medir nuestra inmadurez, nuestra falta de compromiso con la sociedad, un ejemplo claro lo tenemos en el mentado “corralito financiero” –por inconstitucional que sea-, ya que sabemos que si todos vamos a sacar el dinero de golpe no hay sistema bancario que aguante una corrida masiva: los que sacan primero se salvan el resto pierde sus ahorros. Me pregunto si en lugar de imponernos el corralito, nos explicaran que de no haber corrida nuestros ahorros no corren peligro, que los que realmente necesitan el dinero podrían sacarlo, y dejaran el retiro del mismo en la conciencia ciudadana: ¿qué haría Ud.? ¿Lo sacaría?.

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¿ES REALMENTE IMPOSIBLE OTRA FORMA DE PENSAR?

Tal vez es una de las grandes preguntas, que occidente debe hacerse hoy en día, merced los nuevos aconteceres geopolíticos que desatan guerras y ocasionan matanzas... ¿es realmente imposible para el hombre lograr otro esquema de pensamiento? ¿O al menos entender otra forma de pensamiento?

Cada cultura y cada tiempo produce sujetos con esquemas de pensamiento adecuados y adaptables a esa cultura y a ese tiempo. Esta afirmación no se refiere tan solo a cuestiones que puedan parecer triviales como el tipo de alfarería, el idioma, las profesiones u oficios, sino que estas se agregan a lo que conforma una particular cosmovisión e intravisión.

Los occidentales modernos tenemos una severa miopía estructural ocasionada por nuestros esquemas culturales, que nos convierte –juzgados desde nuestra peligrosidad bélica/armamentista- en la mayor amenaza que la humanidad ha sufrido en todos los tiempos, agravada por el hecho de no aprender de nuestros propios errores del pasado.

Las personas comunes, el ciudadano medio interpreta -cuando es turista en algún otro país-, que lo único que lo diferencia de los lugareños es la valla idiomática, que salvado este obstáculo el puede entender y ser entendido por quienes tiene en frente. Sin embargo esto dista mucho de ser así. Es así que solemos reir ante comportamientos tradicionales ajenos, porque nos parece incomprensible que alguien “igual” a nosotros –por ejemplo- se atavie de modo tan diferente. Es por esta dificultad que, cuando desde hollywood nos “pintan” otras culturas u otras épocas, solo cambian las vestimentas o el escenario, pero los protagonistas siempre piensan como occidentales modernos, movilizados por intereses y ambiciones propios del hombre actual; si no piensa por mecanismos idénticos a los nuestros se nos muestra como un inepto o un estúpido que dá “color” a la película.

Las personas que componen una cultura tienen una historia común, una lengua con significados propios, costumbres, tradiciones, y formas de ver el mundo, la realidad y a sí mismos que le son exclusivas.

Esto configura una serie de estructuras de pensamientos, de formas de ver y de verse, que tiene toda una gama de semejanzas y diferencias con el resto de las culturas y de los tiempos.

Ahora bien, distinguir qué es igual, qué es semejante, y qué es diferente en cada cultura no es una tarea sencilla en absoluto.

Los occidentales europeos y sus descendientes, tenemos un afán de conquista propio y exclusivo propio y exclusivo de nuestra modalidad cultural. Lo distinto nos hiere, nos atemoriza. Avasallamos culturas erguidos sobre dos premisas culturales, que defendemos con fuerza de irrefutable certeza: 1) Somos detentadores del mejor estilo de vida posible, nuestras creencias se apoyan en la ciencia. Somos irrefutables. Poseemos el conocimiento de la verdad de las cosas. 2) Estandarizaremos este modo de vida al resto del universo, porque es lo mejor para todos. Lo que no es como nosotros es una amenaza bárbara que habremos de anular, someter o transformar.

La verdad es que todos sabemos que no es así, no nos va tan bien a los occidentales de sud y centro américa, ni aún a unos cuantos millones de americanos del norte, pero preferimos seguir creyendo en esas dos premisas que replatearnos qué es erróneo en nuestros esquemas de pensamiento... tememos que todo esté mal. Confiamos en la lógica lineal y reducida de los razonamientos científicos, sin cuestionar el que la ciencia descubre en el objeto solo lo que su método le permite ver. Criticamos –y nos parece inhumano- que haya existido la esclavitud, pero aceptamos que el hombre actual explote al hombre hasta la muerte siempre y cuando contrate una Aseguradora de Riesgos de Trabajo. Vemos como bárbaro el que un esquimal comparta la co-habitación de un huésped con su esposa, pero vivimos en una sociedad que hace de la infidelidad conyugal una práctica totalmente habitual. Juzgamos lo diferente tan solo desde una óptica, la de nuestra cultura, y acallamos la voz interna que nos señala –cada vez más tímida- que puede haber muchas realidades diversas... muchos mundos que coexisten en nuestro mundo.

En virtud nuestras “forzadas” creencias, legitimamos la conquista, la matanza de los aborígenes americanos –y lo seguimos haciendo a pesar de que nuestros revisionistas lo condenen-; no integramos un minúsculo grano de arena de las culturas precolombinas a nuestra cultura, y a los aborígenes o los matamos, o los encapsulamos en reservas, o se los tragó la cultura occidental, occidentalizando su pensamiento.

Actualmente en la esfera internacional sucede lo mismo con Medio Oriente. El Islam, el mundo musulmán, no está compuesto por individuos iguales a los occidentales pero que hablan otro idioma. Ellos ven un mundo que nosotros no vemos y viceversa. Lo único que de momento tenemos en común es que las dos culturas –y todas sus subculturas- tienen líderes que no respetan la vida en todas sus formas. Parece que se quiere implantar en los pueblos la idea de que “o son ellos o somos nosotros”, y esta es una falsa dicotomía; una dicotomía de la muerte y la sangre. Como colmo de los colmos, los gobiernos de ambos lados plantean esto como la lucha del bien contra el mal, y mucha gente entra en esta pulseada para aplaudir un bando o abuchear al otro.

Lo cierto es que en lo subyacente, en el fondo de lo humano, en lo más profundo del ser hay algo en común: EL AMOR A LA VIDA.

Con mayor o menor equilibrio, en todos los tiempos, en todas las culturas subyace el amor a uno mismo y a sus semejantes.

El problema es que cuanta más cultura hay, más se circunscribe el alcance del término “semejante”. Es decir, el semejante precultural es el ser vivo, pero a partir de la cultura el semejante será el ser humano, o el ser humano occidental, o el ser humano occidental latino, o el ser humano occidental latino argentino, o el ser humano occidental latino argentino porteño, o el ser humano occidental latino argentino porteño no delincuente, y así hasta llegar al círculo familiar más próximo.

Necesitamos volver a las fuentes. Es obvio que muchos aspectos culturales nos resultan valiosos, y no hay por qué descartarlos, pero es necesario poder pensar por fuera de nuestros esquemas, al menos un instante cada día, de modo que estas raices profundas de nuestro ser nos puedan servir de guía o faros para nuestra comprensión de la vida. Diría más, detrás del mundo dual que vivimos en el día a día, hay una unidad mucho más profunda que nos hermana a todos, y nos permitirá –algún día- una verdadera comunión con la vida, veámosla, experimentémosla antes de que sea demasiado tarde.

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LA CUESTIÓN INCONCIENTE

En sus comienzos, S. Freud, interesado por las técnicas de curación para las mujeres que padecían crisis histéricas (enfermedad “de moda” a fines del s. XIX y principios de s. XX), inició sus primeras experiencias fuera de la medicina convencional utilizando como método terapéutico la hipnosis, cuya aplicación aprende de Charcot.

Comienza así una serie de descubrimientos que configuran el primer esbozo acerca de los mecanismos inconscientes, y que culminarán con la creación del método psicoanalítico y del psicoanálisis, años más tarde. Freud va a abandonar la hipnosis al percatarse de que ella actuaba sobre los síntomas, y –a pesar de ser ciertamente efectiva sobre ellos– la curación pasaba por eliminar la causa de la enfermedad y no su manifestación visible.

No obstante, la hoy desacreditada hipnosis dio cuenta de la existencia de un inconsciente eficiente, capaz de provocar sucesos y generar conductas, de las que el sujeto “conscietne” no tenía la menor idea. De lo dicho y de lo que surgió como consecuencia directa de ello, la sociedad científica no ha reconocido aún la trascendencia, las verdaderas dimensiones de los hallazgos sin precedentes de Sigmund Freud, ni su exquisita minuciosidad y dedicación.

La experiencia paradigmática se puede sintetizar ejemplificativamente en una práctica como esta: se hipnotizaba a un sujeto, se lo dormía profundamente y una vez en trance se le indicaba que al salir de este no recordaría nada de lo ocurrido pero que a los 10 minutos, iba a pararse de su silla y a abrir la puerta de la sala. Luego se le despertaba, se conversaba con él de cualquier asunto, pero A LOS 10 MINUTOS EL SUJETO SE LEVANTABA Y ABRÍA LA PUERTA.

Hasta aquí, esta situación podría ser vista como una más de las muestras de las maravillosas y desconocidas funciones men­tales. Sin embargo, el verdadero hallazgo no llegó aún, sino que es el siguiente: cuando se le preguntaba al sujeto por qué había abierto la puerta, él respondía indistintamente que porque tenía calor, o para que entrara aire, o porque le dio la gana; vale decir que su conciencia ejecutó el acto ordenado por su inconciente, pero no tramitó la orden, sino que tan solo LA JUSTIFICO.

Cabe resaltar que este aparato inconciente no lo creó el hipno­tizador, sino que solo coló en él una sugerencia. Más allá de las histéricas, Freud constató que todos poseemos un aparato aní­ mico inconciente. La gran pregunta es: ¿qué parte de nosotros o en qué medida el yo nos guía y qué parte solo nos justifica?

Si el lector advierte de lo que hablamos, verá que el descubri­ miento en verdad es aterrador, al menos para nuestro yo conciente, aquel que -regularmente- creemos ser. Darnos cuen­ta de esto, aún sin aceptarlo como verdad sino solo como posi­bilidad , aterra, ¿verdad?, ¿cuántas veces nos preguntamos qué hacer? ¿cuántas veces nos decimos a nosotros mismos por qué obramos de tal o cual manera ante determinada situación?. Bien podríamos comenzar a preguntarnos si nuestro yo solo aporta razones o sentidos para lo que hacemos, decimos y pensamos: ¿quién nos guía en verdad? ¿Hay algo o alguien dentro nuestro que es más nosotros que nosotros mismos?

Podemos contentarnos pensando que nuestra posible ilusión del yo dominante absoluto de todos nuestros actos, pensamientos y sentimientos existe y es la única verdad, que Freud mintió o se equivocó, y seguir viviendo la vida como siempre. Sin embargo, nos va a resultar difícil evitar darnos cuenta que lo inconciente habla a través nuestro. Todo el tiempo tenemos conductas sintomáticas, repetimos los mismos “errores”, cometemos actos fallidos, soñamos, etc. ¿quién dice lo que decimos cuando decimos lo que no queremos decir? ¿quién dirige y decide el contenido de nuestros sueños? Para Freud el Yo está sometido al principio de realidad –que sería lo que viene de afuera– y, a la vez, sería esclavo de los designios de otros dos amos: el Super Yo (director moral, heredero de la ley paterna) y el Ello (sector del aparato psíquico regido por el principio de placer). Estas tres instancias, lejos de ser contestes entre sí, se comportan como si lo único que debiera ejecutar el yo fuera lo que cada uno indica, prescindiendo de las órdenes de los otros dos. Así, el yo estaría todo el tiempo corriendo, y desvistiendo santos para vestir otros, sin lograr nunca un estado pleno permanente pues siempre FALTA algo.

Urge preguntarnos ¿qué entendemos por «nosotros mismos»?. Entiendo que es necesaria una profundísimo introspección para comprender el alcance real de la teoría freudiana. Descartarla sin más, no hace más que afirmarla, ya que LA NEGACIÓN podría no ser otra cosa que un mecanismo de defensa inconciente con­tra aquello que no queremos aceptar desde nuestra conciencia.

El dispositivo analítico pretende efectuar una escucha del inconciente del paciente a través de su discurso. La terapia es una especie de comunicación entre el inconciente del analista y el inconciente del analizante. Tal vez no sea imposible acallar lo suficiente nuestro yo, como para ver nosotros mismos el juego de fuerzas internas y externas a las que él se halla sometido cotidianamente. Es posible que aquí podamos encontrar unos cuantos puntos de conexión entre los hallazgos de Freud y las más antiguas disciplinas orientales: el silencio como puerta de acceso a la verdad del ser.

Les propongo a los lectores un experimento: sentémonos en un sitio cómodo, silenciemos nuestro yo, silenciemos la realidad circundante alejándonos de los lugares ruidosos o con fuentes de distracción, cerremos los ojos, respiremos profundamente, y dejemos fluir libremente lo que nos venga a la mente sin aferrarnos a ningún pensamiento, imagen o idea en particular, ni bus­cando o guiando el recorrido, seamos simples observadores sin juicio, sin restricción, sin culpa, de lo que se presenta en nuestra mente. Aquietemos el cuerpo y la mente, y veamos que pasa.

 

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LOS ARGENTINOS SOMOS UN EJEMPLO DE CÓMO NO SE

DEBEN HACER LAS COSAS

Las últimas semanas vimos por TV como, en nuestro suelo patrio, morían niños por desnutrición. La única reflexión que me cabe sobre el particular es que DA ASCO!

A partir de trascendidas estas noticias nos fuimos enterando que la historia de la inanición y desnutrición en Argentina viene de hace no menos de diez años, pero que no habían tomado estado público las muertes hasta ahora. También se fue explicando que la desnutrición en edades tempranas, aunque no ocasionen la muerte, marca para toda la vida al niño, que –por ejemplo- no desarrollará musculatura y no podrá pensar. Estamos generando miles de niños -que el día de mañana serán hombres- que no tendrán siquiera la posibilidad de elaborar un pensamiento abstracto, y tal vez ni siquiera uno concreto.

Resulta injustificable que donde hay millones de hectáreas fiscales ocupadas por terratenientes que solo aguardan el paso del tiempo para usucapirlas, sin explotarlas; que en un país con un alto grado de profesionalización, material humano calificado y ávido por trabajar, y millones de dólares destinados a la asistencia social puedan ocurrir estas desgracias. Pero ¿por qué ocurren?

Creo que hay cuatro factores determinantes:

Malversación de los recursos.

Falta de capacidad para administrarlos.

Negligencia judicial y de contralor administrativo.

Desinterés social.

Creo que cuando los políticos señalan que la causa de nuestros males es la escasez de recursos es porque –lisa y llanamente- entienden que “recursos” es solamente dinero, y como el dinero se lo quedan ellos no se les ocurre nada que hacer con las migajas que sobran luego de cobrarse sus cuantiosos sueldos, los de sus familias y amigos que “hacen que trabajan” para ellos, luego de pasarlo por una o dos entidades intermediarias que casualmente son de ex -socios o cuñados de ellos -y que se quedan con otro porcentaje-; luego de mal comprar caro a alguna empresa dispuesta a “cometear” al que decide la adjudiciación de la compra, etc.

Como lo único que ellos pueden ver es el dinero, y como estamos en una época de “vacas flacas”, en que ya no alcanza -como antes- para circularlo y que aún así llegue algo semi digno a los carenciados, optan por que no les llegue nada a estos últimos.

Ahora bien, lo que digo lo sabemos todos, vale decir: no hace falta ser un genio para saber que con la cantidad de recursos que se han destinado a “la emergencia social” durante los últimos diez años -por no remontar el barrilete histórico cincuenta años atrás- nuestros pobres no solo no deberían tener hambre, sino que deberían ser ricos.

Obviamente al recorrido corrupto que hace el dinero desde que sale la partida presupuestaria hasta que llega a destino, se suma que al que le llega no sabe que hacer con él, porque esos cargos que deciden la distribución de las partidas son todos de “acomodo” político, no electivos, no por concurso, no por capacidad o experiencia, sino a dedometro del político de turno. Con lo cual, el “pequeño corrupto” que acepta un puestito para el que no está capacitado termina matando niños como hormigas porque no sabe cómo, ni qué, hacer con lo que tiene.

Por ejemplo: Darle $150 a los jefes de familia ¿Ud. cree que no se puede hacer algo mejor que eso con esa cantidad de recursos? No digo darles más si se pudiera, pero supongamos que contamos con eso: ¿No le parece más lógico que se les enseñe a los receptores a armar cooperativas para que puedan comprar por cantidad y logren un rendimiento mayor de ese dinero? ¿No le parece que deberìa enseñárseles gratuitamente a los que tienen tierra a armar una huerta y mantenerla en condiciones de productividad de modo tal que garantice su subsistencia? ¿No sería mucho más rentable para el Estado y digno para esas personas, lograr que toda esa mano de obra desocupada se aplique a emprendimientos de microproducción de recursos que a su vez puedan -el dìa de mañana- tributar?

Pero no, nada de esto siquiera se piensa en esas esferas del poder, porque ellos están en otra cosa, y nadie los juzga. Los organismos de contralor administrativo son simplemente ramificaciones de gente que cobra sueldos para no hacer nada, o nada bueno... superintendencias, gabinetes y entes de contralor, secretarías administrativas, no son más que enormes edificios donde se juntan los que no sirven para nada más que cobrar a fin de mes, muchos de ellos estudiantes con algún contacto familiar político que “les consiguió el puestito” que les da para pagar la facultad, los puchos y salir los fines de semana, o que alcanzado el título profesional no quieren y/o no saben trabajar; en algunos casos –incluso- con un retorno de parte de ese sueldo hacia quien les consiguió el puesto.

La justicia se convierte en cómplice de todo esto, las más de las veces por omisión, porque sin denuncia no se le ocurre investigar, y con la denuncia –muchas veces- no saben como proceder. No tenemos fiscales y jueces con la aptitud necesaria para llevar a cabo su labor. Cobran –también- cuantiosas remuneraciones, pero –con honrosas excepciones- no saben cómo investigar eficazmente y sancionar todos estos desmanes tan grotescamente públicos y notorios; o no se animan. Lógicamente hay mafias detrás de todo este sistema, que atemorizarán a quien intente hacer algo contra ellas: PERO SI NO SON LOS JUECES Y FISCALES ¿quiénes nos van a defender ante el abuso, la malversación de caudales públicos, la corrupción y el robo?

Y, si, también en la justicia nos encontramos con los favores políticos, los puestos a dedómetro, la corrupción y la falta de capacidad.

Por último, nos queda analizar la cuarta con-causa señalada: “el desinterés social”. La desnutrición y su proyección a futuro nos genera indignación, pero no acción.

La clase media, los que estamos más próximos a caernos al abismo, no nos interesamos por lo que pasa a nuestro alrededor hasta que la soga nos ajusta al cuello, y allí ya no tenemos chance, ni fuerza para pelearla. Vale decir: no hubo solidaridad en nosotros para con quienes se fueron quedando en el camino hacia “la globalización”. Todos esos chicos desnutridos no estaban en otro país, ni crecieron a espaldas nuestras. Los debimos haber visto venir.

No es casual que “los acorralados” hagan tanto escándalo, es la clase media argentina comprendiendo poco a poco lo que estoy diciendo en este artículo: AHORA VIENEN POR NOSOTROS!

El Estado confiscó nuestro dinero... y va a venir por más. La desesperación de los ahorristas es la de entender finalmente que, el mismo Estado que les sacó el dinero, les exige el pago de impuestos en tiempo y forma como si no hubiera pasado nada, el gobierno provincial que les entrega bonos en pago, pero discute cínicamente si los va a aceptar para la cancelación de deudas que mantengan con él, etc, etc... las deudas crecen, y nos sacaron la red... lo que quieren es que –de una vez- caigamos.

Del mismo modo que a un jubilado el Estado no le reconoce el haber que le corresponde cobrar y espera que se muera en medio de un juicio de reajuste, ahora le toca a toda la clase media sobrevivir sin sus ahorros en medio de una de las peores recesiones de la historia argentina.

No hay salida de este circulo vicioso si no comenzamos simultáneamente, todos desde nuestro lugar, a comprender que la suerte o desgracia de los argentinos somos los argentinos. Los políticos no se van a ir todos y a mandarnos la alícuota de país que nos toca en un cheque y por correo, va a seguir habiéndolos siempre... y para suerte o desgracia serán argentinos.

Lo crucial es que todos participemos en la cosa pública. No está de más que quien pueda se presente a hacer trabajos por la comunidad, siempre faltan manos en esto. Hay que meterse en los municipios y comenzar a preguntar cómo se manejan los recursos humanos y dinerarios. Hay que aportar ideas, proyectos, sumar gente, vecinos. Comenzar a vivir la democracia como lo que es: un sistema imperfecto, pero perfectible; y hacer lo posible por mejorarlo día a día.

No tiene que ser un enigma para el ciudadano qué hacer si sabemos de un hecho de corrupción: HAY QUE DENUNCIARLO, y si los fiscales son inútiles, HAY QUE DENUNCIARLO, y si el juez es inservible: HAY QUE DENUNCIARLO... si juntamos suficientes denuncias, si nos juntamos los que queremos otro país u otro mundo, tarde o temprano alguien hará bien las cosas, tarde o temprano nuestro país –y, por consiguiente el mundo- se irá limpiando de la gente que no sirve, o los que no sirven ahora irán aprendiendo a servir.

Hay cantidades de Organizaciones No Gubernamentales que se dedican a recibir estas denuncias y accionar, si tiene miedo de hacerlas ante organismos oficiales. Hay sitios en que se pueden efectuar incluso por internet, o con reserva de identidad, o anónimas, pero hay que hacerlas.

Debemos tomar conciencia como cuerpo social, que de todos depende -no en la misma medida y no con la misma responsabilidad- que salgamos adelante. Si no comprendemos esto, y aún esperamos que la solución venga de arriba, temo presentir que deberemos esperar sentados.

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